

Secciones
Servicios
Destacamos
MIGUEL AIZPÚN - DERMATÓLOGO
Lunes, 4 de noviembre 2013, 23:41
La psoriasis es una enfermedad crónica de origen desconocido y una de las dolencias de la piel más frecuentes. Es una enfermedad de la piel que se caracteriza por la aparición en la piel de unas lesiones eritematodescamativas, en forma de placas y localizadas preferentemente en las zonas de extensión de brazos y piernas (codos y rodillas) y cuero cabelludo. Es una dolencia muy variable en su duración y extensión.
La prevalencia es de aproximadamente un 1-3% de la población, lo que representa alrededor de un millón de personas afectadas en nuestro país.
Es importante conocer que existen factores desencadenantes de esta enfermedad como los traumatismos que se producen sobre la piel; las situaciones de estrés; determinadas infecciones, sobre todo faringoamigdaláceas y respiratorias; factores hormonales, sobre todo pubertad e inicio de menopausia, observándose, por el contrario, mejoría durante el embarazo; y también algunos medicamentos que favorecen los brotes de psoriasis.
El diagnóstico para el dermatólogo no presenta problema, se conoce perfectamente esta enfermedad. Pero es importante estudiar cada caso ya que existen diferentes formas clínicas, no es igual una forma guttata que una forma en placas; hay diferentes localizaciones, no se trata igual un psoriasis de cuero cabelludo, de uñas o palmo-plantar; diferentes grados de afectación, no es igual una forma moderada que una forma severa, etc.
La psoriasis es una de esas enfermedades cuyos riesgos colaterales resultan, en la práctica, superiores a las dificultades estrictamente clínicas.
Sin embargo, los problemas ocasionados por la psoriasis se acrecientan en función del comportamiento de los pacientes. Estos sufren un deterioro en su calidad de vida y la mayoría de ellos precisan de apoyos, que van desde lo personal hasta los entornos familiar y social. Tal circunstancia convierte en relevante la relación entre el paciente y el dermatólogo, ya que esa confianza resultará determinante, tanto a la hora de minimizar los impactos de la afección, como de asegurar la necesaria continuidad de los tratamientos en una enfermedad de por vida.
Pérdida de la autoestima
El establecimiento temprano de esa relación de confianza resulta particularmente útil, dada la importancia que reviste el diagnosticar y detener los impactos en la fase inicial. La progresiva pérdida de la autoestima actúa a la manera de una mancha que va ensombreciendo la vida de estos enfermos, al generar situaciones de aislamiento, malestar emocional, alteración en los patrones de sexualidad y sensación de haberse convertido en una carga para el entorno más próximo.
En la práctica, uno de los objetivos básicos que debe encarar el dermatólogo estriba en evitar que los afectados conviertan a la psoriasis en el centro de su vida. Es el primer paso para una atención global, que no se limita a la mera clínica de la enfermedad, sino que implica un conocimiento del paciente, para guiarle en función de su perfil psicológico, social y laboral.
En definitiva, de lo que se trata es de que, además de aplicar la terapéutica adecuada en el ámbito clínico, se debe inducir al paciente para que acepte su psoriasis con naturalidad, aliviando los impactos negativos que afecten a su persona y a su entorno.
La colaboración entre médico y enfermo cobra, en el caso de la psoriasis, una relevancia especial. Lo ideal es que los tratamientos sean pactados entre ambos, lo que ayudará, de modo muy efectivo, a que la convivencia crónica con la enfermedad no desencadene otros impactos psicológicos, familiares o sociales, incluso más importantes que la propia psoriasis.
En este aspecto hay que subrayar la importante función que desarrollan las asociaciones de pacientes. En una afección donde uno de sus principales riesgos es la tendencia al aislamiento, la cobertura que supone el apoyo mutuo entre los propios afectados resulta muy beneficiosa y gratificante. Esa unión solidaria debe ser respaldada promoviendo una concienciación social que favorezca a los afectados. Los medios de comunicación social juegan un papel decisivo en este ámbito. Para incentivar la integración colectiva de los enfermos de psoriasis hay que eliminar, por ejemplo, falsedades que inducen al rechazo de estos enfermos, como los supuestos riesgos de contagio, que sólo están en la cabeza de ignorantes o malintencionados.
El dermatólogo debe transmitir también a los afectados por psoriasis una sensación de tranquilidad y confianza. Hay que subrayar los numerosos avances científicos de los que se han beneficiado los tratamientos de esta enfermedad, que cada día aportan mayor calidad de vida a los afectados. El especialista debe insistir en la necesidad de seguir, minuciosa y tenazmente, el tratamiento y mostrarse receptivo para establecer un diálogo que contribuye a resolver cuantas dudas sean planteadas por el enfermo. La psoriasis es una enfermedad en cuyo conocimiento se avanza cada día, lo que permite controlar, con mayor efectividad, tanto su asociación con otras patología a nivel clínico, como sus numerosas imbricaciones en otros ámbitos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.