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JAVIER CAMPOS
Domingo, 22 de septiembre 2013, 01:54
Esperaban a su tío en la terminal del aeropuerto. Viajaba en avión desde Argentina para regresar a su tierra después de tres años allá, y tras tres horas de idas y venidas ni siquiera le vieron bajar del autobús que le dejó en la plaza del Ayuntamiento. Antonio y los suyos no daban crédito a lo sucedido, desconocedores de la frecuencia con la que el vuelo Madrid-Logroño sufre problemas y acaba tomando tierra en un aeropuerto cercano obligando a sus pasajeros a 'aterrizar' por carretera ya de madrugada en la capital de La Rioja con varias horas de retraso sobre el horario previsto.
Diario LA RIOJA pasó una jornada elegida al azar (la del pasado miércoles) en Logroño-Agoncillo, desde la apertura al cierre de puertas, comprobando de primera mano su escasa y accidentada actividad diaria: el vuelo de ida a Madrid de las 7.30, con un total de 17 pasajeros, se retrasó hasta las 8.50 por «problemas electrónicos»; y el de vuelta, previsto para las 20.55, tras no menos demora, finalmente fue cancelado por «causas técnicas» embarcando en el de Pamplona a sus 14 pasajeros, que llegaron a Logroño en autobús ya siendo jueves.
Aena, el ente que gestiona los 47 aeropuertos españoles, lo mantiene abierto al tráfico aéreo aunque operativo exclusivamente «cuando hay vuelos», lo que en el argot aeronáutico se conoce como 'horario ventana'. Una medida recogida en el plan estratégico de Fomento para reducir costes en casi una treintena de bases deficitarias, entre las que se encuentra la de Agoncillo.
El aeródromo riojano, tras una inversión inicial de casi 18 millones de euros y de sucesivas mejoras por otros tantos, cumple una década de vida con un horario operativo reducido de las 7 a las 10 y de las 20 a las 22 horas, de lunes a viernes, de 9 a 11.30 los sábados, y de 20 a 22.30 los domingos. Con su único vuelo a y desde Madrid, lo cierto es que Agoncillo parece acostumbrarse a ver despegar un solo avión y 'aterrizar' un autobús. «Con esta son ya tres las veces que he venido desde Pamplona», reconocía el conductor del autocar pasada la una de la mañana tras devolver a tierra a los sufridos pasajeros.
Definitivamente, corren malos vientos para Logroño-Agoncillo. Hay quien llega a hablar de 'boicot'. «Parecen estar empeñados en cerrarlo», dice un empresario habitual del avión y, por tanto, del autobús en caso de problemas. «Al tenerlo que coger bastante uno llega a acumular una serie de anécdotas que no son muy normales, es triste pero es lo que hay...», comenta resignado el director comercial de un conocido grupo bodeguero.
A LAS 8.37 DE LA MAÑANA
Son las 8.37 de la mañana, el avión con destino a Madrid tendría que estar en la capital de España desde hace 17 minutos, pero los 17 pasajeros matan la incertidumbre de la espera como buenamente pueden. Unas máquinas de vending sirven de improvisada cafetería, cerrada desde hace tiempo. Casi todos viajan por negocios y la 'faena' que les supone, en algunos casos, es irreversible: pérdida de conexiones al extranjero, reuniones de trabajo aplazadas...
«Estamos llamando a la agencia de viajes a ver si hay posibilidades de estar mañana en Florencia vía Roma o Nápoles, quién sabe», explican directivos del Club de Marketing. Hoy, casualidad, no se ve a ningún político. «Lo normal es toparte con alguno», reconocen. Todos tiran de móvil cuando por megafonía se da el esperado aviso: nueva llamada para el vuelo. «Hay un elevado tanto por ciento de probabilidades de que pase algo... Y a los que estamos obligados a coger el avión con frecuencia nos pasa cada dos por tres», dicen otros.
¿Aeropuerto para esto? «Que no sea rentable para Aena o para la compañía no quiere decir que no sea beneficioso para los usuarios, otra cosa sería verlo desde el punto de vista del contribuyente», sentencia quien se muestra menos crítico e incluso habla de las bondades del servicio a Madrid, como su horario. «Te permite trabajar todo el día», valora. Cuando te lo permite, claro.
El avión despega definitivamente a las 8.50 sumiendo al aeropuerto en su particular letargo. Mientras tanto, redactor y gráficos recapitulan lo vivido hasta entonces: si bien desde Aena se informaba de que las puertas de la terminal se abrían a las 6.30 horas para poder empezar a facturar con tranquilidad, lo cierto es que a las 6 ya está 'activo' Logroño-Agoncillo.
La llegada de un coche-patrulla de la Guardia Civil marca en la práctica el comienzo de la jornada, independientemente de aviones o pasajeros. Once vehículos exactamente, incluido el de seguridad, se distribuyen por las casi 250 plazas de aparcamiento. A las puertas de la iluminada terminal fuman dos trabajadores protegiéndose del frío. A las 6.23 llega el primero de los tres taxis con pasajeros contabilizados esa mañana. Cinco minutos después, una empleada de Air Nostrum, filial de Iberia, comienza a facturar los primeros y casi últimos equipajes. De los dos mostradores de la compañía uno está abierto y otro cerrado. El resto se queda a oscuras. Incluso la taquilla de la empresa vende billetes en ese momento, aunque no es difícil adivinar que la otra empleada no expide ninguno. Nadie acierta a saber qué puede llevar a un medio de comunicación ahí y a esa hora escudriñándolo todo. Que no se llegue a usar ni un solo carrito portamaletas es una evidencia más del día a día.
A partir de las 7 horas
Unos minutos antes de las 7 de la mañana llega la tripulación y a las 7.10 se abren las puertas de embarque, las mismas que volverán a abrirse poco antes de las 8 para ver salir a esos mismo 17 pasajeros. «Cuando ves que es la hora y el avión no despega, date por jodido», espeta alguno. «Y te lo digo yo, que he llegado a volar a Barcelona sólo con las azafatas», añade quien ve necesario un aeropuerto en La Rioja, pero no así. «Es una lotería. Cualquier incidencia te mata», prosigue.
A esa hora uno ha podido ver a casi tanto personal como pasajeros. El resto de la jornada sirve para comprobar que los primeros pueden llegar a superar a los segundos. El aeródromo riojano ha venido registrando una media de apenas 29 viajeros al día entre enero y junio, 23 menos que en el mismo período del año anterior cuando alcanzaba los 52 diarios y hasta 108 menos que en el 2007, cuando llegaban a los 137, año que marcó su cifra récord. «Y creo que en verano habrán sido hasta menos», comenta otro de los empresarios al que le ha tocado vivir de todo.
En cuanto a empleados, desde Aena sitúan la cifra en la decena -incluyendo incluso al director y a los bomberos- y desde Navegación Aérea les suman un total de ocho controladores en turnos de mañana y tarde para dar servicio al horario operativo del aeropuerto. Aparte irían todos los servicios subcontratados como la seguridad, la limpieza, el mantenimiento... además de la Guardia Civil que rota.
Es a partir de las nueve de la mañana cuando desde la desierta e incluso fantasmagórica terminal comienzan a verse desfilar a los verdaderamente habituales, que no pasajeros. Como los 'halconeros', que trabajan de sol a sol a fin de mantener las instalaciones libres de pájaros. En el aparcamiento ahora hay 29 vehículos, que se reducen a 20 a las 19 horas, una hora antes de que el aeropuerto vuelva a estar operativo.
PRIVADO SÍ, PERO LA VUELTA NO
La sorpresa de la jornada se produce a las 20.18, cuando aterriza un vuelo privado procedente de Bolonia. Se trata del avión del empresario riojano Félix Revuelta, quien reconoce que la experiencia dice que «un aeropuerto funciona o no funciona, y éste no funciona... que se muevan un poco los políticos», les insta. En ese momento llega el único taxi de la tarde-noche. «Me voy muchas veces sin cargar», reconoce sin saber que dos horas después tendrá que irse de vacío tras la cancelación del vuelo de vuelta de Madrid. C
onfirmado en las pantallas, la terminal apaga sus luces a las 22.05. Antonio y los suyos no tienen claro dónde dirigirse. Esperaban a su tío, que vuela desde Argentina, y solo a través de la señora de la limpieza se enteran de que el vuelo se dirigirá a Pamplona, que no a Logroño, y que le verán llegar en autobús y no en avión. «¡Qué absurdo! ¡Vaya despilfarro! », mascullan.
El desaguisado no queda ahí. La cancelación del vuelo de vuelta de Madrid tiene consecuencias... apenas unas horas después. El servicio se presta con el mismo avión y por lo tanto el jueves el vuelo de las 7.30 tampoco puede salir. «Cuando llegas y no ves el avión, malo», concluyen los sufridos pasajeros.
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