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Chris Horner celebra su victoria en el alto del Mirador de Lobeira. :: MIGUEL RIOPA / AFP
Chris Horner no caduca
VUELTA CICLISTA A ESPAÑA

Chris Horner no caduca

Este estadounidense de 41 años gana la etapa y es el líder más viejo de las tres grandes vueltas

J. GÓMEZ PEÑA

Martes, 3 de septiembre 2013, 01:39

Hace justo un siglo ya, en el Tour de 1913, Eugene Christophe pasó la noche en una forja del Tourmalet arreglando su bicicleta mientras sus rivales se alejaban. Acabó aquella etapa y aquel Tour, y mucho después, en 1922, fue el líder más viejo del Tour, ya con 37 años. Nadie ha superado esa meta. Solo Andrea Noé, ya en 2007, fue líder del Giro con más edad, 38 años. La de Christophe es una de esas historias que solo parecen posibles en aquel pasado, cuando el ciclismo era más que deporte: una aventura. Cosa de supervivientes. Gestas increíbles, como la de ayer de Chris Horner, nacido un siglo más tarde que Christophe, pero más viejo que él. El líder más viejo.

El último kilómetro del Mirador de Lobeira es inflamable. Quema. Arriba hay una cruz, en memoria de los muertos del mar. Eso no va con Chris Horner, que corre como si fuera eterno. No teme el paso del tiempo. Aparece el primero, tres segundos antes que Valverde y 'Purito', otra vez sin puntería ni reacción; Nibali, Basso y Zubeldia; trece segundos antes que Henao, Nieve y Samuel, algo recuperado. Horner manda sobre el tiempo, lo maneja. Al ver la meta se relaja, saborea el momento. Pierde unos segundos. Qué más da. «¿Cuántas veces tiene uno la ocasión de disfrutar de un instante así?». Su biografía responde: una cada 41 años. Esa edad tiene el ganador de etapa y líder más viejo en la historia del Tour, el Giro y la Vuelta. Horner ha descubierto la eterna juventud. «La clave es la pasión», dice alegre, atropellándose con el castellano. No mira el calendario, no tiene edad: «Si he ganado la Vuelta al País Vasco (2010) con 39 años, ¿por qué no puedo ganar esta Vuelta?». Horner no caduca.

La suya es una historia americana. Con drama, claro. Greg LeMond, triple ganador del Tour, resucitó tras un disparo durante una cacería. Lance Armstrong volvió del cáncer para ganar siete Tours. A su manera, Horner también ha sobrevivido. Como era hijo de un mecánico de la Armada, nació en la base estadounidense de Okinawa (Japón). Pedaleó en su pueblo, El Cruce, en Oregón. Buen nombre. Tuvo que elegir hacia dónde dirigir su vida en muchos cruces. Jugó a los dados con su futuro. Trabajó de peón en la obra; estuvo en el paro; metió su vida en una autocaravana y recorrió Estados Unidos de costa a costa, de carrera en carrera. Salió adelante con «veinte dólares a la semana». Comía en las áreas de servicio de las autopistas: hamburguesas, donuts, coca-cola y chocolatinas. La dieta del antideportista.

Y solo una carambola le cambió el rumbo. Un director francés, Alain Gallopin, el que ahora le dirige en el RadioShack, viajó a una carrera en Sudáfrica para ojear a un australiano rápido, Baden Cooke. Fichó a Horner, que voló a París. Allí le esperaba el director de la Française des Jeux, que se encontró con un hippie pálido, huesudo y con coleta. No llevaba más que una mochilla. «Es todo lo que tengo». Era 1998, el año del 'caso Festina'. El ciclismo francés estaba podrido de dopaje, como el resto. Horner fracasó, regresó derrotado a Oregón. Barco hundido.

Solo el azar

A veces, hacen falta dos golpes del azar. En la Française había coincidido con un veterano corredor suizo, Mauro Gianetti, que, años después, se hizo mánager del Saunier Duval. Y, como uno de sus patrocinadores era la firma estadounidense de bicicletas Scott, tuvo que fichar un corredor con ese pasaporte. Uno barato. Se acordó del hippie. Horner, ya calvo, reinició el viaje.

El ciclista infinito. Aunque casi muere en 2011. Tras una tremenda caída en el Tour, sufrió un desmayo en el avión de vuelta a EE UU. Once horas en el aire con un coágulo en los pulmones. «Pasé seis meses como en cuarentena, atiborrado de medicamentos y mirando en la televisión carreras que quizá pude haber ganado», lamentaba entonces con su voz de flauta. Contra la ley del paso del tiempo y lleno de comida basura, Horner se rehízo de eso y de la operación de rodilla que este año le ha tenido cinco meses lejos de Europa. «Soy como el vino», le gusta decir. Mejor cuando envejece. Gran reserva. Nadie es ni ha sido como Horner.

Y en el RadioShack lo saben: el sábado salieron a la contrarreloj por equipos para vestir de líder a Cancellara. Horner era el elegido para sucederle en el primer final en alto. Nibali y el Astana, vencedores aquel día, retrasaron los planes. Pero el tiempo juega a favor de Horner. A la tercera etapa, ya tiene lo que buscaba. Líder con 41 años.

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