La UDL homenajea a Sergio Rodríguez en su despedida

A sus 35 años, Sergio Rodríguez guarda su dorsal 21, la camiseta que ha vestido con el último equipo de su carrera, la UDL, para involucrarse íntegramente en otra faceta, la de entrenador de juveniles. El riojano no quiere desvincularse del fútbol, el deporte con el que se inició desde pequeño en Logroño, pero tampoco de la institución blanquirroja. Para el club es considerado «uno de los pilares más importantes que ha ejercido de capitán, un jugador insignia, tanto como futbolista, como compañero y persona».

Él sabía que este día llegaría, que el cuerpo no aguanta aunque la cabeza lo niegue, y la temporada pasada estuvo a punto de dejarlo. «Me convencieron», confiesa Sergio. Y parece que la base de los argumentos de sus amigos y compañeros era muy sólida. Al final jugó más de dos mil minutos, una cifra que sobrepasa a las de las anteriores campañas en la entidad.

Vivió la gloria y la condenación a la que somete la clasificación. En el 2004 ascendió con el Lleida a Segunda, pero dos años más tarde, los 'blaus' no consiguieron los puntos suficientes y regresaron a Segunda B. «Me quedo con haber conseguido el equilibrio. Saber que cuando las cosas van bien no eres tan bueno, ni cuando van mal eres tan malo», destacaba de las experiencias vividas. Y después de subir otra pendiente con la Real Sociedad, la UD Logroñés vio en él ese centrocampista decisivo en la zona atacante, con clase y visión de juego que necesitaba. Si echa la vista atrás, Sergio se queda con lo más importante: «Las amistades que he hecho, que son para toda la vida».

Tampoco hace falta que haga grandes esfuerzos para recordar lo que era sentirse jugador. No han pasado todavía tres meses y lo echa de menos. «Estar día a día compartiendo con los compañeros el vestuario, los minutos que estás en el túnel donde vives una mezcla de nervios, ansiedad y ganas». Ahora y tras un año en los banquillos del juvenil, se volcará enseñando a los jóvenes, aunque no serán los únicos en recibir cátedra. Sergio va a «aprender cada día. Llevo un año de experiencia y me lo tomo con normalidad, con ganas de mejorar cada día, de aprender porque acabo de empezar. El objetivo es mejorar cada día, trabajar e ir aprendiendo».

No abandona la UDL, y el club le entrega una placa en agradecimiento. Su última etapa no hubiera sido posible sin «el cariño y el respeto recibido por el club, al igual que la afición de La Rioja». No obstante, si a alguien le agradece el apoyo es a su familia, pareja y amigos, «que siempre han estado conmigo».