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MARTÍN SCHMITT
Lunes, 25 de febrero 2013, 01:13
Se imaginan ustedes que el Milan llegue a Barcelona para jugar el partido de vuelta de la Champions con las maletas extraviadas? ¿Y que el Barça le preste a los italianos la camiseta naranja para jugar y Messi le entregue sus botas a Ballotelli para el encuentro? Imposible. Pues en estos tiempos que corren hay un deporte profesional en el que cosas así pueden suceder. Porque el balonmano es distinto.
Resulta que el Eskilstuna Guif, rival del Naturhouse en la Copa EHF, llegó a Logroño el jueves y entre Estocolmo y Madrid las maletas, con toda la equipación de los suecos, se evaporó. Desapareció en medio de la huelga que llevan a cabo actualmente los trabajadores de Iberia.
Inmediatamente se comenzó a urdir una red de colaboración para dejarle a los jugadores suecos todo lo indispensable para competir. Tanto los directivos como los jugadores del club logroñés se volcaron de lleno para que los visitantes pudiesen entrenar y jugar el sábado por la noche; les entregaron zapatillas, camisetas de entrenamiento y la segunda equipación.
Pero la EHF impidió inexplicablemente que el Guif utilice las camisetas verdes y de forma urgente los directivos locales consiguieron a los suecos, que mostraron en todo momento su agradecimiento, unas camisetas amarillas, que fueron con las que finalmente jugaron. Cosas que solo pueden pasar en el balonmano, un deporte que es definitivamente diferente.
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