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Los niños del colegio de Camprovín, en las instalaciones de la emisora local en la que intervinieron recientemente. :: P.J.P.
Camprovín, escuela de convivencia
CAMPROVÍN

Camprovín, escuela de convivencia

Con nueve alumnos, dos tercios son hijos de inmigrantes y sólo tres de Camprovín

P. J. PÉREZ

Lunes, 4 de febrero 2013, 09:07

Son nueve colegiales, prácticamente todos hijos de inmigrantes, que ha terminado residiendo en Camprovín y para quienes la diversidad de culturas no es un problema a la hora de desear vivir en un mundo en paz.

Junto a su profesora, el pasado jueves prepararon un programa de radio que, posteriormente, emitieron por la emisora local de Camprovín.

Saúl, de tres años, el más pequeño de los que comparten el aula única, es uno de los dos alumnos nacidos en Camprovín. Para él no hay distinciones entre las personas y por las tardes sale «a jugar con todos». Por su parte, la mayor es Marian, nacida en Logroño, aunque su padre es portugués. Para ella, el pasado jueves era «el Día de la Paz y queremos hablar de por qué se celebra el 30 de enero y la razón del símbolo de la paloma».

Josefina es hija de argentinos y opinaba que la paz en el mundo se «podría conseguir no peleando». Elsa, hermana de Saúl y gemela de Samuel, reconocía que estaba nerviosa por aquello de hablar en la radio.

Julián, también hijo de padres argentinos, comentaba que todo el grupo escolar se relacionaba después de clase, formando un grupo de amigos y que eso recibía el nombre de convivencia, según les había explicado la maestra.

Elein es hija de un francés y una española. Tiene seis años y se encuentra muy integrada y también suele acudir al parque, a la plaza o al lugar en el que estén sus compañeros, para jugar, y en otras ocasiones «voy con mi abuelo...».

Samuel, de siete años, de Camprovín, iba a explicar en la emisora por qué se había elegido la paloma de la paz como símbolo de la convivencia y la paz.

Iara, de cinco años, las más dicharachera del grupo, decía que sus padres eran «de mi casa», aunque luego matizaba que su madre era argentina. Aunque no ha viajado a ese país, reconocía tener amigos en el continente americano.

Por último, Jaqueline, de cuatro años, es hija de una rumana y de un vecino de Bobadilla. Hasta hace poco iba a un colegio de Logroño. Ahora las circunstancias han obligado a regresar a los pueblos, pero ella lo tiene muy claro. Cuando se la pregunta dónde prefiere vivir, suelta un sonoro «en Camprovín».

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