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TERI SÁENZ
Martes, 20 de marzo 2012, 14:03
Un pequeño pinchazo al bebé tras dar a luz, apenas unas gotas de sangre para el análisis y el futuro del niño puede cambiar. El cribado metabólico neonatal, conocido popularmente como 'prueba del talón', constituye una de las pruebas básicas para la detección de trastornos que no se manifiestan clínicamente en el momento del nacimiento y que, de no ser diagnosticados y tratados correctamente, pueden llegar a tener graves consecuencias clínicas.
A pesar de su trascendencia, el programa está en el punto de mira en varias comunidades como Castilla-La Mancha donde, por razones económicas, se ha reducido las patologías susceptibles de control mediante este procedimiento hasta prácticamente las mínimas exigidas por el Ministerio de Sanidad. A partir de ahí, el abanico se extiende en función de la política sanitaria de cada región en un ranking donde La Rioja ocupa los puestos de cabeza donde también aparecen Madrid, Galicia o Aragón. Y es que, hasta cerca de 60 trastornos pueden llegar a identificarse aquí en una prueba del talón que ha ido ganando en su radio de detección. «En la comunidad autónoma, inicialmente, los programas incluyeron el cribado de la fenilcetonuria y del hipotiroidismo congénito, siendo ampliados posteriormente con el de la hiperplasia suprarrenal congénita y de la fibrosis quísticas», explica el Jefe del Servicio de Pediatría del Hospital San Pedro, José Julián Revorio. «A partir del 2010, la introducción de la denominada técnicamente como espectrometría de masas en tándem, orientada a medir los aminoácidos, ha permitido el cribado de muchas más metabolopatías».
En total, son sometidos anualmente en La Rioja al control de todas esas posibles afecciones en torno a 2.700 recién nacidos. O lo que es igual: en torno al 98% de los bebés de los que sólo se excluyen casos muy contados y siempre por razón de la decisión de sus padres.
¿Cabe medir el alcance de la prueba del talón en términos económicos? Revorio rechaza esa lectura. Diversos estudios cifran en 30 euros el estudio de cada patología, que en el caso de La Rioja se ha visto incrementado por el desembolso que implica la especificidad del tándem en masas. «No sé exactamente el coste pero, de cualquier forma, es irrelevante porque no tiene precio la posibilidad de que un niño sufra algún tipo de patología o acarree graves secuelas el resto de su vida», reflexiona. Un planteamiento que se extiende al peso económico que supone con posterioridad al sistema la atención de enfermedades que podría haberse detectado y acaban cronoficándose.
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