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PABLO GARCÍA MANCHA pgmancha@toroprensa.com
Lunes, 12 de marzo 2012, 10:03
Diego Urdiales vivió una tarde contradictoria ayer en su debut en la feria de Castellón: toreó con sumo empaque y cadencia al primero de la tarde; se pegó un enorme arrimón con el cuarto y vio cómo al final tanto esfuerzo se quedó en agua de borrajas tras fallar con la espada en el de la presentación (al que tenía la oreja prácticamente cortada) y pasar desapercibido en el segundo de su lote, que además era el de la merienda.
Y hablando de meriendas, Ricardo Gallardo llevó hasta el ruedo castellonense una corrida para ponerse las botas a poco que Fandiño no hubiera fallado tanto con los aceros y Matías Tejela se hubiera dedicado a torear, cosa que no hizo a pesar de ser el diestro mejor parado en el sorteo, bueno sin ambages su primero y extraordinario el quinto, al que cortó la única oreja de un festejo que debería haberse saldado con un balance numérico mucho mayor. El torero riojano estuvo francamente bien con su primer astado, un toro bonancible al que logró moldear varias tandas de gran entidad, sobre todo con la mano izquierda. Lo mejor de su actuación fue su asentamiento y la largura de algún natural excelente logrado a base de jugar los vuelos de la muleta con una tremenda soltura de sus muñecas. Fue, de largo, lo mejor de una actuación que empañó a continuación con un pinchazo en todo lo alto y otro más profundo que sirvió para descabellar al toro a la primera.
El segundo de su lote, el más hondo y serio del envío de Fuente Ymbro, fue un animal descastado, soso y muy parado con el que Diego Urdiales jugó con soltura la cintura con el capote y se lució en un elegante quite por chicuelinas. Sin embargo, el torero arnedano equivocó el planteamiento de la faena. Comenzó por bajo en tablas para llevarlo a los medios y dejó la tanda sin rematar. El público, dado a los placeres de las meriendas -que aquí se riegan con cavas y toda suerte de vinos espumosos-, se desentendió de una labor que no logró tomar cuerpo porque aunque se salpimentaba en ocasiones con excelentes muletazos sueltos, fue muy deslabazada, con interminables tiempos muertos y un arrimón brutal ante la cara del astado que pasó inadvertido para el público. Tanto es así que a Diego le sonó el primer aviso antes de entrar a matar. Faltó estructura a una faena que paradójicamente gozó de varias series buenas y derroche más que destacable de valor. Diego fió todo a su muleta y le faltó perspicacia para enseñar al toro desde el primer momento; en ocasiones recordó a su primera tarde de la pasada Feria de San Isidro.
Matías Tejela e Iván Fandiño tuvieron la puerta grande por dos ocasiones en la mano. El torero de Alcalá de Henares estuvo igual de periférico en ambos toros y la orejita al segundo de su lote se antoja un botín demasiado insuficiente para el triunfo sin paliativos que pudo haberse anotado.
El vasco Iván Fandiño no cortó nada, pero dejó sobre el albero castellonense el aroma de un torero en sazón, valiente hasta rozar lo temerario, entregado a carta cabal pero sin terminar de redondear una faena, la del cuarto, en la que toreó con ritmo y hondura pero a la que le faltó la finura necesaria para cuajar al toro por debajo de la pala del pitón. Se empeñó con el cuerpo de la muleta y el toro le pedía los vuelos para soltar el muletazo sin los enganchones finales. Mejoró al final pero falló con la espada. El sexto fue un toro mentiroso, bravucón y emocionante. Fandiño se la jugó a carta cabal y a pesar de que el animal se acabó rajando, en el caso de no fallar con la espada hubiera tocado pelo. Una pena, ya que la corrida fue mucho más divertida que su balance de trofeos.
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