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A. GIL
Jueves, 3 de noviembre 2011, 13:48
Profesor de Ciencias Políticas, escritor y , Carlos Taibo se ha erigido en una de las voces de la indignación. Autor de 'El 15-M en 60 preguntas', participó la semana pasada en las Jornadas de Sociología de la Universidad de La Rioja (UR) 'Sociología y Ciudad' y sorprendió al periodista ya en la primera pregunta: «Discúlpeme, pero no hablo con los medios sobre el 15-M, así que, si seguimos o no con la entrevista, lo decide usted».
- Movimientos antisistema, indignados. ¿Existe una conciencia clara contra la globalización?
- Creo que hay una conciencia cada vez más clara de que la globalización no es el paraíso prometido. El capitalismo ha entrado en una fase de corrosión terminal y eso se va instalando en muchas cabezas. ¿Conviene abandonar el euro o no? Yo no lo sé, pero hace unos años nadie se planteaba esa pregunta.
- Defiende el decrecimiento económico como hecho o situación positiva. Explíquese.
- Es un término provocador. Vivimos en un planeta de recursos limitados y no tiene mucho sentido que aspiremos a seguir creciendo ilimitadamente. Hemos dejado atrás las posibilidades medioambientales y los recursos que la tierra nos ofrece, con lo cual estamos obligados a dar marcha atrás. Eso no implica necesariamente un retroceso en nuestro bienestar. La idea de que podemos vivir mejor con menos, privilegiando la vida social, empieza a instalarse en una parte de la ciudadanía al calor de la crisis.
- ¿La democracia es el mejor sistema dentro de sus imperfecciones?
- Sí, pero la frase es demasiado vaga. Hay mucho de farsa en nuestras democracias. Somos convocados a las urnas para elegir a nuestros representantes y suponemos que tienen capacidad de decisión sobre las cosas importantes, pero al final esas decisiones están en manos de formidables corporaciones que operan en la trastienda. Los propios dirigentes políticos, cuando se les pregunta si los poderes económicos influyen en sus decisiones, rara vez desmienten semejante aseveración.
- ¿Hay precedentes de esta crisis? y no me refiero sólo a la económica y financiera?
- En la trastienda hay otras crisis en plural mucho más importantes que la financiera. Pienso en el cambio climático, en el encarecimiento de las materias primas, en los problemas demográficos de varias regiones del planeta, en la situación de marginación histórica de las mujeres o en el expolio de la riqueza material y humana. Cada una de estas crisis por separado es suficientemente enjundiosa y la combinación de todas ellas es explosiva, lo que nos emplaza a un escenario inédito. Una de las comparaciones habituales es con la crisis de 1929, pero entonces no había problema con los límites medioambientales y de recursos del planeta. Esto nos lleva a un escenario mucho más delicado.
- ¿Al abismo?
- El colapso está ahí. El capitalismo sigue viviendo como si nada estuviese ocurriendo, como aquellos pasajeros del Titanic que, sabedores del naufragio, siguieron bebiendo champagne. Ahí está el fenómeno hiriente de la burbuja inmobiliaria. No creo que nuestros gobernantes fuesen tan estúpidos como para no darse cuenta, sino que simplemente su visión del mundo es estrictamente cortoplacista, es decir, ganar las siguientes elecciones.
- Y, entre tanto, la desconexión política y social sigue en aumento...
- Hay un descrédito general que se revela en los indicadores de popularidad. Ningún político aprueba y eso debería provocar una reflexión inmediata. Están vendidos a los intereses de las grandes corporaciones. No puede ser que a España se le exija reducir en 15.000 millones el gasto público y al mismo tiempo se destinen 9.000 millones de euros para salvar una caja de ahorros. Nos emplaza a una situación no sólo de descrédito, sino de inmoralidad de los dirigentes políticos.
- ¿Qué debe cambiar para que gente como usted, y millones de españoles, vuelvan a votar?
- Yo he tirado la toalla y tengo la sospecha de que una parte pequeña de la ciudadanía está empezando a situarse en esta perspectiva: no tenemos que esperar nada de arriba, resolvamos nosotros nuestros problemas. Estamos en el inicio de un proceso de desaparición de las clases medias, que han sido la joya de la corona de los estados del bienestar. Los jóvenes que salen a al calle a protestar son de clase media en activo proceso de desclasamiento, de pérdida de los relativos privilegios de los que se suponían debían disfrutar. Eso encaja en un escenario en que la rebelión y la contestación disfrutan de más activos que en el pasado.
- ¿Se acabó lo que se daba? Me refiero al estado del bienestar.
- Creo que sí. Mi impresión es que esto se acabó y no sólo por la desaparición de las clases medias, sino por la combinación de ese proceso con la crisis ecológica. Cuando nuestros gobernantes siguen diciendo que uno de los elementos centrales para abandonar la senda de la crisis pasa por la construcción de nuevas autovías uno se pregunta quién va a pasar por ellas dentro de 10 años cuando el litro de gasolina cueste seis euros. Éstas son las preguntas que nuestros políticos prefieren no responder.
- Por cierto, ¿por qué no habla usted ya del 15-M con los medios?
- Son los jóvenes que están en las calles los que tienen que hablar, aunque también hay algo personal en la decisión. Me han echado de todos los medios en los que escribía y me hace gracia que ahora me empiecen a llamar de El País, de Público, de la Cadena Ser. como si fuera una persona interesante, así que personalmente me siento orgulloso de decir 'ahora no'.
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