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PABLO GARCÍA-MANCHA
Jueves, 29 de septiembre 2011, 03:03
El azar en la vida es un misterio inescrutable. Hay quien pretende dominarlo a base de estadísticas, de concienzudos estudios sobre probabilidades algorítmicas que aseguran que en el fondo la vida se mueve a impulsos de las matemáticas. Yo no lo creo. Estoy convencido de que hay algo inmaterial e inalcanzable en el porvenir que se alimenta de lo desconocido y que no se puede explicar por muchos laboratorios y megaordenadores que se empeñen en descifrarlo. Puede que crean que soy un tipo fatalista, pero estoy convencido de que seremos en el futuro lo que nos marca el presente. Y en los toreros el futuro no existe porque el hoy se expresa en un filo de la navaja tan brutal como cortante, tan etéreo cuando se va como salvaje si se queda. Ayer en el Arnedo Arena rozamos la tragedia, hubo momentos en los que incluso se masticó como una certidumbre inevitable. Rondó la cornada como un pajarraco de mal agüero desde la lidia del primero hasta que Víctor Barrio despenó a 'Mariposero', el negro Valdefresno que hizo último de la tarde y que hubiera tenido que torear David Galván tal y como indicaba el sorteo (otra vez la suerte prevista). Pero a David Galván le echó mano de mala manera el primero de su lote, un toro engatillado de los que no suelen fallar cuando te cogen pero que ayer no anduvo nada certero con sus pitones porque de haber hecho carne la cornada hubiera sido gravísima por el lugar tan delicado por donde se negó a penetrar el cuerno en la anatomía del torero gaditano. Y eso que lo tuvo a merced porque fue volteado dos veces desde el suelo impulsado por el fortísimo derrote del toro. Por fortuna, el joven novillero salió prácticamente indemne de semejante lance, aunque no pudo continuar en el ruedo por el traumatismo craneal que sufrió a causa de una de las caídas.
Conchi Ríos, que había cortado dos orejas del mejor novillo del encierro, el primero de la tarde, se tiró a matar al segundo de su lote con una rectitud desusada y fue cogida feísimamente. Otra vez el susto en los tendidos. La brava novillera de Murcia apenas se miró a pesar de que llevaba la taleguilla destrozada. Una contusión en la cara y una abrasión en el muslo fue el nimio parte facultativo del envite. Pero pudo ser mucho peor porque el novillo, astifino y exigente, hizo por ella y la tuvo en vilo en el aire unos instantes que parecieron días.
Pero hay más, porque el tercero de la cuadrilla de la triunfadora de la tarde también fue volteado por el novillo que rompió la corrida. Basilio Martín estuvo a merced del astado y se quedó sin vestido tras una turbamulta de cornadas en la zona del glúteo. Y salió intacto.
La corrida dignificó una vez más el toreo. Aquí las cosas que pasan son de verdad, la sangre cuando se derrama es auténtica y los que salen al ruedo empeñan su futuro en un hoy que puede acabar con cualquier mañana. De ahí su grandeza, de ahí la importancia de las derrotas, los triunfos y los fracasos. Conchi Ríos salió en volandas como merecida triunfadora, pero segundos antes su vida había pendido de un hilo del que nadie sabe explicar por qué no se rompió ni lo contrario.
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