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DAVID VALERA
Domingo, 31 de julio 2011, 03:08
La belleza de Cleopatra y sus amoríos con Julio César y Marco Antonio. Las grandes conquistas de Alejandro Magno. El saqueo de Roma por parte de Alarico y las hordas godas. Protagonistas de la historia cuyas vidas y hazañas han sido descritas en cientos de libros. Pero, ¿dónde están sus restos? Las crónicas de la época se funden con las leyendas que hablan de enormes fastos para despedir a tamaños y amados líderes. Oro, plata, piedras preciosas y todo tipo de joyas fueron enterrados con ellos para rendir tributo a su grandeza. Ingentes tesoros ocultos que fomentan el mito y sirven de estímulo para los arqueólogos que buscan esas tumbas perdidas.
Cuando Howard Carter descubrió en 1922 el sarcófago con el cuerpo de Tutankamon la historia del antiguo Egipto cambió para siempre. Era la primera vez que aparecía la momia intacta de un faraón. En la actualidad, un grupo de arqueólogos dirigidos por la dominicana Kathleen Martinez excavan en busca de los restos de Cleopatra y Marco Antonio. Los trabajos comenzaron en 2005 en un templo próximo a Taposiris Magna, la actual Abusir, una ciudad situada a 45 kilómetros de Alejandría.
La hipótesis para ubicar allí la tumba de la mediática faraona se basan en la identificación que Cleopatra siempre tuvo con Isis, diosa de la maternidad y fertilidad. Martínez buscó por la tierra del Nilo hasta en 21 lugares asociados a este culto. Uno de los sitios más sagrados donde se celebraban rituales en honor de dicha deidad era en el templo de Taposiris Magna. Por tano, Martínez está convencida de que sería el lugar perfecto elegido por Cleopatra para, según las creencias de la época, obtener la inmortalidad junto a su querido Marco Antonio. No sólo lo piensa Martínez. El poderoso Zahi Hawass, ministro de Antigüedades de Egipto, colabora y ha hecho suya la exploración. De momento han encontrado más de mil objetos, algunos de gran valor, como monedas de oro y bellas cerámicas.
Precisamente Cleopatra puede ser la culpable de que nunca se encuentre la tumba de Alejandro Magno. El líder macedonio, uno de los principales conquistadores de todos los tiempos, fue capaz de someter en once años a multitud de tribus y extender su imperio desde Grecia hasta la India, pasando por Persia y Egipto. Sin embargo, la muerte le sorprendió en el año 323 a. C. cuando preparaba la invasión de Arabia. Tan sólo tenía 32 años. Sus seguidores prepararon unos funerales a la altura de la grandeza y majestuosidad de su difunto general.
El mausoleo estaba formado por un sarcófago de oro macizo con la figura en relieve de Alejandro. Las columnas jónicas se elevaban en los extremos y estaban decoradas con escenas de la vida del caudillo. Pero la ubicación de la mastodóntica obra nunca fue desvelada. Una de las teorías más extendidas es que se encuentra en la ciudad egipcia de Shiwa, donde fue proclamado faraón. Según esta versión, el oro que adornaba su tumba fue fundido para financiar la guerra de Cleopatra contra la Roma de Octavio.
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