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MARTÍN SCHMITT
Lunes, 6 de diciembre 2010, 10:50
Y en la jornada decimotercera, el Ciudad de Logroño resucitó de entre los muertos. Y lo hizo con autoridad, con prestancia, con altura y seguridad (pese a salir en el descanso muy empanado), gustándose, deleitando a la afición como antaño, con lapsos de muy buen balonmano, y despegando, por fin, de esa incómoda zona de la clasificación. Todo salió tal y como lo había preparado Jota González, que finalmente pudo saborear una gran victoria de sus pupilos.
¿Qué cambió en el equipo riojano? Muchas cosas. Para empezar, la mentalidad de la plantilla. El siete inicial del Naturhouse pisó la pista del Palacio de los Deportes consciente de la situación. Y ante esto, respondió con una determinación que dejó perplejo al Alcobendas, que perdió una oportunidad de salir de los puestos de descenso.
Con un gran Sasha Tioumentsev que cogió con firmeza el timón del ataque de un Ciudad de Logroño que hasta ayer navegaba en la incertidumbre, el Naturhouse enseguida se hizo con el mando del partido. Pero para poder atacar es necesario contar con una buena defensa. Y allí brilló Gurutz Aginagalde. El capitán del equipo comenzó en gran forma y fue contagiando a sus compañeros, mostrando el camino hacia la victoria. Pero el portero no es nada sin una buena barrera defensiva. Allí estuvieron los de siempre: El infatigable Marc Amargant; el muro de Rubén Garabaya, el bloqueo de Alfredo Sorrentino, y el oportunismo de Javier Parra, siempre como hombre adelantado, y de Sasha Tioumentsev, que robó varios balones a los madrileños.
Así, con orden y manteniéndose fiel a ese esquema -al que añadió una buena capacidad de réplica- el Naturhouse noqueó a su adversario en el primer cuarto de hora de partido, colocando las cosas 10-4 a su favor. El Alcobendas, encima, no atinaba a encontrar la fórmula para detener los avances de los hombres con la franja color vino, que una y otra vez marcaban ante un Rade Mijatovic que no las veía pasar. Saltó a la pista Wenceslao Aldomar, pero fue más de lo mismo: el Naturhouse se marchó al descanso con una cómoda renta de 9 goles que hacía casi imposible una remontada del equipo visitante.
Una empanada
Pero este Naturhouse fue el de hace unas semanas en el inicio de la segunda parte, y permitió que el Alcobendas haga lo impensable y se le colocara a cuatro goles de diferencia, en un parcial negativo de 1-6 en los primeros once minutos. El silencio volvió a las gradas entre las pérdidas de balones, lanzamientos fallidos y contraataques que dejaron al Ciudad de Logroño fuera del partido. Jota González gastó su tiempo muerto para espabilar a los suyos, que no encontraban la receta para volver a ser los de los primeros treinta minutos.
Y el Naturhouse vio que la llave para salir de esa celda oscura la tenía Ismael Juárez bien guardada en su brazo izquierdo. Al extremo le empezaron a llegar balones y comenzó a meter uno tras otro (hasta cuatro consecutivos), para sacar al Ciudad de Logroño del atolladero en el que se arruinaba.
Así, se dejó atrás la empanada y los de Jota volvieron a jugar un buen balonmano. Gurutz se creció otra vez y comenzó despejar todos los balones que le entraban entre los tres palos. La defensa despertó y anuló cada intento del conjunto madrileño, que terminó por bajar los brazos y rendirse ante un gran equipo franjivino, que siguió teniendo en Sasha Tioumentsev a su maestro de ceremonia. El central, que en la segunda parte se escoró más hacia la izquierda como lateral, marcó cuatro goles en la recta final del encuentro para dictar sentencia.
El Palacio fue entonces una fiesta. Rok Praznik, de buen papel ayer, quiso aportar su grano de arena en la celebración y en una contra marcó un golazo después de saltar girando sobre su eje en 360 grados, algo que no gustó a los visitantes ni a parte del graderío. Pero ésa fue una anécdota en la gran victoria franjivina, que después de cinco jornadas volvió a sonreír. Y a tomar vuelo, aunque ahora venga el Barça.
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