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JAVIER CAMPOS
Sábado, 23 de octubre 2010, 13:19
Desesperados por encontrar tajo conforme avanza la campaña, no es de extrañar que se suban a la furgoneta del primero que pase bajo el reclamo de un jornal de 25 euros por entre ocho y nueve horas de corquete pese a ser conscientes de que la mayor parte se la lleva quien conduce sin necesidad de cortar ni un racimo.
Son los temporeros que cada año llegan a La Rioja atraídos por la vendimia, víctimas perfectas de los intermediarios que, cuando cae la noche, suelen dejarse ver por las estaciones de autobuses para beneficiarse del abuso valiéndose de su privilegiada posición.
La mesa contra la contratación ilegal de temporeros de la comunidad autónoma puso de manifiesto ayer un repunte de la subcontratación y explotación de inmigrantes en el campo a lo largo de este año motivado sobre todo por la crisis económica. «Habiendo tanto paro hay mucha gente de aquí que regresa a la vendimia, que en muchos casos vuelve a desarrollarse en familia, por lo que no hace falta tanta mano de obra extranjera», advertía ayer el asesor del delegado del Gobierno, Gustavo Gauthier, quien situó en tal desajuste entre la oferta y la demanda la aparición en escena de la figura del mediador que, a cambio de un sueldo muy bajo incluso de alojamiento deficitario y manutención aún peor, se queda con la mayor parte del salario del trabajador.
Si un vendimiador debería cobrar un jornal medio de 70 euros, hay subcontratadores que pagan 30, 20, 10 euros o incluso nada, es decir, simplemente a cambio de comida y techo. Tal circunstancia, denunciada por Gauthier, es confirmada por Mamadouh y Amadú, dos jóvenes guineanos que desde hace más de un mes pasan los días en los alrededores de la estación de autobuses de Logroño. Ambos, a punto de poner rumbo a Valencia con la mente puesta en la recolección de la naranja, aseguran no haber trabajado más de una decena de días, si bien lo han hecho a través de conocidos por unos 6,5 euros la hora.
Sin embargo, Mamadouh y Amadú conocen casos de compatriotas menos afortunados que, ante la falta de fortuna, han llegado a caer en manos de intermediarios que en el mejor de los casos les han pagado 25 euros por ocho horas sin descanso... «25 euros es mejor que no ganar nada», aseguran comprender a quienes aceptan trabajar a cualquier precio. Eso cuando el repudiado mediador, que únicamente se sirve de una furgoneta para acometer su 'negocio', no se da a la fuga con una semana de jornales dejándoles en la estacada.
«Mientras en Lérida o Jaén tratas directamente con el jefe aquí no llegas a verle», chapurrean en un más que entendible castellano. «No hay solución», concluyen los guineanos.
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