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Diego Urdiales, en una preciosa trincherilla, ayer en Ejea de los Caballeros. :: MANCHA
Y Diego toreó al ralentí
SOCIEDAD

Y Diego toreó al ralentí

Urdiales cuaja una tarde redonda y corta tres orejas en Ejea

PABLO GARCÍA MANCHA

Lunes, 30 de agosto 2010, 10:39

El toreo tuvo un acto de justicia ayer con Diego Urdiales: ningún toro le buscó las tripas, es más, a los dos astados que sorteó en la monumental plaza de Ejea de los Caballeros les dio por embestir y el riojano los cuajó al ralentí, toreándolos con las yemas de los dedos al natural, por redondos, en interminables pases de pecho, a la verónica, por chicuelinas en un quite, un delantal de cartel e, incluso, con algunos ayudados por alto y un pase del desprecio interminable. El de Arnedo se rebosó toreando por dentro como hacía tiempo, sin la acuciante presión del triunfo en una tarde repleta de buenas sensaciones en la que demostró su peculiar ambivalencia: generoso en la entrega con los toros más duros de la cabaña brava, y con empaque y alma con torillos como los de ayer, embestidores y nobles, obedientes y un punto azucarados, con los que era necesario una absoluta precisión en el manejo técnico: alturas, toques medidos, y una comedida virtud para no amontonarse y quererlo hacer todo a la vez. Toreó al ralentí, abandonando cualquier premura y sabiendo que era hora de disfrutar.

El primero fue un animal comedido en todo, desde el rabo hasta los pitones. Diego construyó una faena sin demasiada profundidad porque no consentía que le bajaran la mano por su escasez de fuerza. Gozó a media altura. El quinto, sin embargo, además de un punto más de presencia, derrochó nobleza, y le permitió al de Arnedo solazarse, tanto con la zurda como en varias series en redondo en las que llevó al morlaco cosidito a los vuelos, totalmente relajado, abandonado y con la moral por las nubes para empresas que van a ser mucho mayores. Dice un amigo mío que Javier Conde es al toreo lo que Corín Tellado a la literatura. No le falta razón. Ayer hizo hasta el pajarito, enroscado; eso sí, entre el toro y Conde cabía un autobús de línea a lo largo. Álvarez, el torero de casa, cortó una oreja a su primero y demostró en todo momento su enorme voluntad.

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