Vecinos del Arrabal se quejan del estado del barrio, con calles sin asfaltar y amenazado por posibles derrumbes

Las vistas desde el número 55 de la calle Arrabal, en el Casco Antiguo, no son nada halagüeñas. Edificios en ruinas, vertederos incontrolados de basura, cascotes amontonados, colchones. Es el desolador panorama con el que tiene que convivir diariamente su propietario. Un vecino de Calahorra, natural del País Vasco, que en la década de los 80 compró la vivienda con la intención de establecerse en La Rioja.

Se llama Fernando Peula y a la lucha que mantiene desde hace años con el Consistorio por mantener en condiciones uno de los barrios calagurritanos más deprimidos, suma desde hace tiempo una constante preocupación por el deplorable estado que presenta la casa adosada a la parte trasera de su residencia. «No ha pasado nada grave de milagro», suspira al observar las entrañas del inmueble. «Por dentro está reventado y cualquier día se nos va a caer encima», advierte.

La angustiosa situación ya está teniendo sus consecuencias. «El tejado se va a desplomar en mi patio. Hace unos quince días cayó un cascote que afortunadamente sólo rompió una maceta y en el tejadillo puede verse cómo se han precipitado algunas tejas», relata.

La imagen del exterior de la precaria construcción ha puesto también en alerta al resto de sus vecinos. «Mira la viga de la esquina, está absolutamente cedida», le avisa Enrique. Atemorizado por un posible derrumbe, el afectado ha pedido una solución en reiteradas ocasiones al Ayuntamiento. Sin embargo, los trámites administrativos son largos. «Me aseguran que no es de propiedad municipal y que los responsable son los titulares, a quienes no han podido localizar», explica. Al respecto, fuentes del Consistorio aclararon ayer a este periódico que «en estos momentos se está redactando un proyecto de demolición, que se ejecutará de manera subsidiaria». Aún así, indican que el informe redactado por el aparejador municipal recoge que el edificio «se encuentra en condiciones suficientes de estabilidad» que «no hacen preciso adoptar medidas porque el hundimiento se produce en una parcela posterior». Pero el caso de Fernando no es aislado. «Hay otros vecinos que sufren la misma situación en el Casco Antiguo», sostiene.

A los problemas de derrumbes se une el «lamentable» asfaltado de las calles. Desde la Cuesta del Rufo, Enrique Jiménez critica el estado de las aceras. «Los bordes están rotos y ya no puedo meter el coche en el garaje porque al chocar con el bordillo se revientan las ruedas», relata. «Aquí no se invierte dinero y esto se ha convertido en la 'otra' Calahorra», denuncia indignado Peula.