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PABLO ÁLVAREZ blogs.larioja.com
Lunes, 19 de abril 2010, 18:54
Otra gran noche del Naturhouse. Se va perdiendo la cuenta de cuántas van esta temporada, y eso es sin duda buena señal. Este equipo corre ya el riesgo de que su gente pierda la capacidad de asombro, de tantas alegrías que da. Porque lo que va consiguiendo en esta temporada de ensueño empieza a no tener nombre.
Para valorar convenientemente lo de anoche hay que tener en cuenta lo que ha ocurrido esta semana en los entrenamientos del equipo de Jota González. O más bien lo que no ha ocurrido, porque entrenar, lo que se dice entrenar, el Naturhouse ha hecho poco estos días. Hasta cinco jugadores apenas han trabajado nada en estos días, aquejados por una epidemia de pequeñas lesiones agravadas por una temporada que no da descanso y que ya va siendo larga.
Así, con muchos jugadores que apenas habían sudado en los últimos días, visitaba el Naturhouse al Cuenca 2016. El Sargal es un sitio difícil, con un público también difícil, de esos que aprietan mucho y continuamente. La impresión es que el ambiente del pabellón conquense se ha relajado un tanto con respecto al pasado, y eso es bueno, porque en ocasiones llegaba a ser desagradable. Pero eso no quita para que la de Cuenca siga siendo una de las aficiones más ruidosas de la liga Asobal.
Es cierto, sin embargo, que el club conquense está pasando dificultades importantes. A los jugadores se les adeudan tres meses y medio de sueldo. Y eso al final acaba pesando, sobre todo cuando las cosas se ponen mal. Que se les pondrían.
Primera mitad
Y eso que el Cuenca jugó una gran primera mitad. La defensa 5-1 del Naturhouse es una de las mejores de la liga, y pocos equipos (salvo los más grandes) han mostrado tanta claridad a la hora de atacarla como el Cuenca en la primera mitad. Bien comandados por Diego Pérez Marne, los rojos encontraban opciones con facilidad, sobre todo de la mano de sus dos cubanos, Paván y Da Costa.
En el otro lado del campo, mientras, el Naturhouse encontraba muchas dificultades para zafarse de la defensa local. «Zafarse» es la palabra: Cuenca jugaba sus opciones, que eran básicamente no dejar pasar cinco segundos sin cometer una falta. Cuando esta defensa está activada y a tope, agarrando siempre, parando la continuidad en el juego, se convierte en un arma muy difícil de parar.
Así, las cosas parecían pintar muy mal para el Naturhouse. La verdad es que el marcador no terminaba de reflejar la distancia que había en el juego de los dos equipos: la diferencia máxima fue de cuatro goles (13-9, minuto 25) y encima el Naturhouse aprovechó muy bien una superioridad al final para dejarla en casi nada. 15-14 al descanso, con cuatro goles casi seguidos de la pareja Parra-Tioumentsev, decisivos ayer.
Además, había aparecido en la cancha otro personaje que también iba a cambiarlo todo, el portero esloveno Gregor Lorger. Lo decía después del partido su compañero en la puerta, Gurutz Aginagalde: «Es muy difícil estar tres partidos sin jugar casi nada y de repente hacerlo tan bien». Pero Lorger lo hizo, recordando a más de uno que es un portero de gran clase. El esloveno paró un 46% de lo que le tiraron, lo cual es una barbaridad.
Habiendo sobrevivido a una primera parte que no tenía nada de buena pinta, había que ver cómo empezaban las cosas para el Naturhouse en la segunda. Y resulta que lo hicieron magníficamente. Jota González cambió la defensa, mandando al adelantado de su 5-1 al lateral izquierdo, en lugar de al centro. Eso secó tanto a Nilsson como a Da Costa, y provocó que los conquenses se aturrullaran: había cambiado el guión, y ese papel no se lo sabían.
Los primeros diez minutos se fueron con un parcial que cayó como una piedra para los locales: un 2-7 para darle la vuelta a la diferencia de la primera parte (17-21). Aún así, Cuenca tuvo arrestos, arropado por su público, para seguir en el partido, meterse y llegar a empatar a 24.
Cuenca es un equipo aguerrido, pero da la sensación de que una temporada tan dura en lo extradeportivo empieza a calar en el grupo. Porque los locales empezaron a perder un sinfín de balones, malgastando el buen trabajo que su defensa continuaba haciendo. Cometieron errores de infantil, muchas faltas en ataque, muchos pasos. El Naturhouse aprovechó para marcar goles rápidos, y volver a abrir una diferencia que ya no se cerraría. Los riojanos querían ser séptimos para poder volver a Europa el año que viene. Esa batalla casi la ganaron ayer. Y quién sabe: tal y como son estos jugadores, cualquier guerra es posible.
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