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PABLO ÁLVAREZ
Viernes, 19 de marzo 2010, 11:34
Hasta aquí llegó el estreno del Naturhouse La Rioja en la Copa del Rey. Es una pena: una vez aquí, visto el ambiente y probado lo que es la gran competición, apetecía quedarse más. Y Antequera es territorio amigo: ayer, su afición era una voz riojana más, unida a las docenas que se hicieron dos mil kilómetros para estar ayer en el estreno copero de un equipo riojano.
Pero va a ser que no. El Naturhouse salió del Fernando Argüelles aún más dolorido de lo que entró, que ya es. Si venía con dudas y con un cierto peso en el ánimo, sale con eso y con más. Es lo que tienen los grandes, grandes del balonmano español. Si te pillan en un buen momento, te ganan. Si te pillan en uno malo, te destrozan. Y encima sacan a la luz tan a las claras todos tus defectos que ya no queda mucha duda para nadie.
No es que el Naturhouse estuviera ayer obligado a ganar al FC Barcelona. Claro que no: para el club franjivino, su triunfo es haber podido comprobar de primera mano lo maravillosa que es la primavera malagueña.
Y si fuera otra la trayectoria del grupo de Jota González, lo de ayer no pasaría de accidente. No es la primera vez que el Barça le da una paliza, y no será la última. Pero queda pendiente la misma sensación: el Naturhouse no está bien, y es el peor momento del año para no estar bien.
Ayer, la cosa se resumió en una secuencia mil veces repetida: el Naturhouse fallaba, el Barça corría, gol. Y gol. Y gol. Y tantas veces gol, que en realidad el 36-28 del final debería haber sido mucho peor. Pero los catalanes recordaron a tiempo que mañana tienen que volver a jugar, y dejaron pasar los últimos minutos sin hacer la sangre que requería la ocasión.
Ambiente
Con los riojanos matándose la garganta, con los antequeranos del lado franjivino, el partido empezó con el ambiente de las grandes gestas. Pero se quedó en nada bien pronto. El Barça enseñó su gran arma: que no es el brazo de Iker Romero, sino una defensa formidable, hecha de grandes jugadores muy difíciles de superar. Y el Naturhouse se estrelló.
Al equipo riojano le falta ahora mismo una virtud capital. Confianza. Sus jugadores no se terminan de creer que puede jugar bien. Andan muertos de miedo por poder perder el balón, por ir a tirar mal, porque el portero la pueda parar. Y así la pierden, tiran fatal y le regalan manzanitas al portero.
Y el Barça recoge cada regalo y lo convierte en una contra. Víctor Tomás y Jesper Noddesbo (ese pedazo de pivote) se hincharon a contraataques. De los 10 primeros goles de los culés, 6 llegaron a la contra. Para entonces el marcador estaba en 10-5, y nunca volvería a estar mejor.
Cuando el Naturhouse podía mover con soltura, las cosas no estaban tan mal, porque al Barça le costaba luego hacer goles en estático. Pero es que casi no le hacía falta: le bastaba esperar al siguiente error en el pase, o al siguiente mal tiro, para hacerse con el balón, echar una carrerita y acabar matando a los porteros riojanos, que también muestran un bajo estado de forma preocupante.
Así se fue yendo un partido que devino soporífero. Al final, cuando la cuenta estaba ya sobre los 10 goles de diferencia, el Barça bajó el pistón, quitó a Saric y metió a Gonzalo, una promesa de la portería española que ayer ni las olió. Y entre eso, y un rato de Lorger parando, el Naturhouse bajó la diferencia un poco, hasta 6. Y acabó en 8.
Pero era de mentira. La Copa ha terminado. Ahora quedan otras batallas más importantes.
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