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Primerísimo primer plano de la subestación desde las ventanas de Angélica. :: DÍAZ URIEL
La vida a diez metros de una subestación en Cascajos
LOGROÑO

La vida a diez metros de una subestación en Cascajos

Decidieron comprar piso con la promesa de que el traslado era inminente y, confiados en ello, han ido dejando pasar el tiempo sin casi alzar la voz... Los vecinos del 32 de Marqués de Larios llevan siete años conviviendo con unas instalaciones que no deberían estar ahí

PPLL

Jueves, 4 de marzo 2010, 09:26

Basta con asomarse a las ventanas del salón de Angélica para conocer el significado del término subestación en todas sus acepciones. Casada y con dos hijas, habita desde hace siete años un acogedor piso ubicado en la segunda planta del bloque que desvela su principal problema sólo cuando suben las persianas... una instalación empleada para la transformación del voltaje de la corriente eléctrica y dar servicio a la zona que, desde que trascendieron los planes para su traslado, ha movilizado a parte del barrio cayendo en la cuenta de que, desde siempre, estuvo ahí.

«Hasta que no han hablado de moverla de sitio nadie ha movido un dedo...», aseguran quienes durante años llevan conviviendo con una subestación que, desde el momento en que el suelo fue recalificado de industrial a residencial, debería haber salido de allí.

Los González Vicario son, junto a otra veintena de familias, los vecinos que ocupan el 32 de la calle Marqués de Larios desde su construcción, justo enfrente de la subestación eléctrica ubicada en el antiguo polígono de Cascajos que ahora genera tanto rechazo.

Al igual que otros propietarios, decidieron comprar piso con la promesa de que el traslado era inminente y, confiados en ello, han ido dejando pasar el tiempo sin casi alzar la voz... «Desgraciadamente aprendes a vivir con todo... Ahora, también te digo que viviríamos mucho más tranquilos si no estuviese justo enfrente», explica Angélica con las instalaciones en primerísimo primer plano.

«A nadie le gusta vivir con eso ahí al lado... Ni la quiero para mí ni se la deseo a nadie», sentencia Paula, quien también se ha sumado a la campaña de ASCALIBRE (Asociación de Cascajos Libre de Radiaciones Electromagnéticas) mostrando unos carteles bien visibles en los cristales de las ventanas de su casa para exigir su reubicación fuera del casco urbano.

«Donde sea, pero que se la lleven», aseguran los más pragmáticos de una comunidad de propietarios que en su día votaron en contra de la suculenta oferta de una compañía de telefonía móvil para instalar una de sus antenas en el tejado del bloque.

«Cuando llegamos a vivir aquí la subestación ya estaba, pero también es cierto que la mayoría pensábamos que se la iban a llevar mucho antes porque ya se hablaba de soterramiento... Sin embargo, lejos de hacerlo, hemos ido viendo como todos estos años la subestación ha ido a más, como personal de Iberdrola ha ido poniendo nuevos elementos y añadiendo cableado», relata Esther, otra de las inquilinas.

Consideraciones aparte, Angélica, Paula y Esther dan voz a quienes entienden que la única solución posible pasa por la desaparición de la instalación eléctrica. ¿Miedo? El miedo, al menos a corto plazo, lo encarna la posibilidad de que se paralice el traslado. ¿Temor? El problema sigue siendo el mismo que hace siete años.

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