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QUIETO PARADO. Tvedten, que acabó de central, intenta superar a Carvajal. / DÍAZ URIEL
El Darien del profesor Franz
DEPORTES

El Darien del profesor Franz

Ni los inventos de Suárez pudieron remediar los agujeros del Darien

PABLO ÁLVAREZ

Lunes, 23 de abril 2007, 10:51

Nada indica que al profesor Franz -cabeza enorme, calva de bombilla, gafotas redondas- le gustara el balonmano, ni el deporte siquiera. Pero seguro que el danés más famoso de la posguerra hubiera gozado con el Darien de ayer. Porque eso no era un equipo: era un puro invento.

De inicio ya lo parecía. Probablemente a Humberto Julien le diera un vuelco el corazón cuando supo lo que se le venía encima. Él, uno de los laterales que menos juegan, debería debutar como central ante el mejor equipo del momento. Otro se hubiera quedado blanco, pero no el cubano, y no sólo por imposibilidad pigmentaria: al Papi no se le pone nada por delante.

Humberto sólo fue el primer invento. O el segundo, porque el primero estaba en el banquillo, donde se sentaban ¿cinco! extremos. Luego vinieron más. Los dos laterales defensivos, Backovic y Decsi, tuvieron que jugar más y más minutos atacando. Al rato, de repente, a Isaías se le rompió una uña, con lo que de golpe no había ni central ni lateral zurdo.

Nuevo invento: el recién llegado extremo Petersson, sin digerir la comida del avión y tras entrenar con el equipo lo que se tarda en tomar un café, de lateral derecho. Extraña primera línea Decsi-Humberto-sueco.

Havard, al central

Alberto Suárez, obligado a hacer de profesor Franz, tenía más trucos en el bolsillo. En la segunda, viendo que Humberto había resultado un poco pasado de nervios, sacó otro central de la chistera: el extremo noruego Havard Tvedten. No lo hizo mal, ojo, pero hay que tener en cuenta que delante estaba una de las defensas más potentes, grandes y bestias del balonmano mundial. El rubio noruego se mantenía a distancia, y hacía bien: mejor vivir para contarlo otro día. Para ese momento, Humberto ya había jugado en toda la primera línea, y había metido cuatro chicharritos bien sabrosos.

Y ahí, Alberto Suárez perdió una oportunidad: haber repetido el invento con Petersson en el lateral derecho y Tvedten de central. Un equipo de balonmano con mayoría absoluta de extremos en pista, cuatro. El profesor Franz se hubiera frotado las manos.

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