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RAFA ELÍAS
Domingo, 25 de marzo 2007, 03:44
Dos horas antes del encuentro, Suárez llega al Palacio de los Deportes. Nunca rehúye la conversación y charla con los que ya están. Otra rutina es la de la vestimenta, aunque en este caso lo tiene fácil y soluciona la papeleta con un vaquero y la camisa del club. Poco a poco van llegando los jugadores y Suárez comienza su ritual de salutaciones. Va dando ánimos a su tropa para tratar de que la motivación sea máxima.
Suárez espera a que los jugadores se cambien y salta a la cancha para observar el calentamiento. Anima a los suyos mientras conversa con el resto del equipo técnico. Se interesa por el estado de los jugadores tocados y no pierde ripio de los movimientos del equipo. Él sabe que el partido comienza por realizar un buen calentamiento. De paso, observa a los rivales y se saluda cariñosamente con el extremo del Torrevieja Javier Ancizu, a quien entrenó hace años en Gijón.
El equipo se retira a los vestuarios y regresa para ser recibido por el público del Palacio. Alberto Suárez jalea a cada uno de los suyos cuando su nombre suena por la megafonía.
Es hora de comenzar el partido y el asturiano vive el choque intensamente desde el primer pase. Comienza entonces un incesante 'peregrinaje' banquillo arriba, banquillo abajo.
Los goles del rival son recibidos con gestos de reprobación. No todos, pero en algunas acciones, Suárez insiste en pedir mayor concentración. La defensa es un punto fuerte y lo quiere explotar. Bracea insistentemente y en el caso de recibir gol, lanza a sus peones contra la portería rival.
Los goles propios son celebrados lo justo. No hay que perder de vista al rival. Arenga a los suyos y reparte palmas o 'chorreos' según haya ido la última acción. Luego protesta algunas decisiones arbitrales y se vuelve con gesto incrédulo cuando los colegiados hacen algún 'regalito'.
El partido se aprieta y Suárez defiende junto con Humberto en el avanzado. Los suyos alternan aciertos defensivos con algunos errores y Suárez se vuelve al banquillo. El gesto lo dice todo: da más miedo que la niña del exorcista.
El equipo afronta la última posesión y la pelota se estrella en la madera. El asturiano asume el empate, pero sólo al terminar la rueda de prensa esboza una sonrisa: «Siempre es bueno sumar».
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