Se comen con los ojos

Las sesenta esculturas de poliéster y fibra de vidrio que integran la exposición, todas ellas emulando a los clásicos los ositos de gominola, tomaron posiciones a lo largo de la jornada de ayer bajo la estrecha supervisión de su autor y la generosa paciencia de muchos conductores.

Una vez instaladas sobre sus respectivos pedestales, los ciudadanos que ayer caminaban por la Gran Vía toparon con los enormes osos, de dos metros de altura y vivos colores. Imposible esquivar la mirada. El gesto de la mayoría -arqueando cejas, dibujando medias sonrisas o elevando los hombros- evidenciaba el pensamiento común: ¿Y esto, qué es?

Muchos desviaron su trayectoria para cruzar ante las esculturas, husmear a su alrededor e incluso tocar disimuladamente su materia prima. Más de uno sacó el móvil para retratar sobre la marcha a los animalitos. Y quienes caminaban en grupo aprovecharon la compañía para compartir comentarios. Que los hubo, y para todos los gustos.

¿El más rotundo? El del hombre que paseaba a su perrito y, con la autoridad que sus 89 años le otorgan, se despachó con un: «¿Vaya chorradas ponen aquí!». Para otro ciudadano, más discreto y joven, las figuras resultaban «curiosas; distintas, por lo menos». «Me recuerdan a esos osos que se comen», apuntaba momentos después una mujer, indecisa sobre su impresión. «De momento, me han impactado, pero no sé si para bien o para mal. Como no están en un parque ».

«Son vistosas, alegres, no están mal», comentaba un par de amigas ante un inmenso oso naranja. «Claro que yo estaba predispuesta a que me gustaran», aclaró una de ellas, proclive al colorido. Mientras, los niños descabalgaban de sus carritos para corretear alrededor de las 'Gominolas' y desde las marquesinas y los vehículos que cruzaban la avenida, todos giraban la vista hacia los osos multicolores con gesto de interrogación.

La puya ecológica la dio el Grupo Socialista en el Ayuntamiento, quejoso con aquellos osos que reposan sobre los espacios verdes de la avenida.