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VANESSA RUIZ
Jueves, 8 de marzo 2007, 02:13
Una vez que hemos llegado a la aldea deberemos dejar el vehículo en una zona de estacionamiento que se encuentra a la entrada del municipio, desde ahí una señal nos indica la dirección que tenemos que tomar para llegar al dolmen. La primera parte del recorrido discurre por una pista o camino en la que las vacas serán nuestras compañeras de paseo. La pista prosigue a la derecha, pero nosotros seguiremos la señalización con marcas de pintura verde y blanca a las que tendremos que estar atentos para finalmente llegar a nuestro destino. A lo largo de todo el camino la ruta discurrirá junto a coquetos arroyos que en esta época de finales del invierno bajan cargados del agua de las cumbres y que van a parar al río Leza.
El paseo, de unos 2 kilómetros largos, requiere en su tramo final un pequeño esfuerzo, ya que hay que culminar una ladera con cierta pendiente. Sin duda, nuestro esfuerzo se verá recompensado, cuando alcancemos el reconstruido dolmen del Collado del Mallo, monumento funerario megalítico que ofreció a los investigadores una datación de 4.640 años de antigüedad. Se trata de un monumento funerario de carácter colectivo que ha conservado su túmulo y galería compuesta por grandes bloques en posición vertical, conservándose un corto tramo de su antigua cubierta.
Los dólmenes constituyen templos vivientes de fechas tempranas de la humanidad. Al verlos, el observador se traslada al Neolítico, cuando el hombre se convierte en un ser preocupado por las actividades agrícolas y ganaderas. Estos monumentos tienen un gran valor arqueológico. En una sociedad donde la movilidad dentro del territorio es una necesidad impuesta por las estaciones, el dolmen representaba la fidelidad a un enclave. Los dólmenes se abandonan a principios de la Edad del Bronce (hacia el 1500 a.de C.). Parece que estas construcciones pertenecieron a trashumantes que al volver encontraban sin dificultad a sus antepasados. Cuando pasan a vivir en un lugar fijo, dejan de ser necesarias tales sepulturas y el rito se simplifica.
Otros dólmenes
Pero además del dolmen de Trevijano, en los Cameros, encontramos otros ejemplos de estas curiosas construcciones, en concreto son 10 los dólmenes cameranos investigados y se encuentran distribuidos en la línea de cumbres que separa los valles del Iregua y Leza, como Peña Guerra I y Peña Guerra II (Nalda), Fuente Morena (Montalvo de Cameros), Collado Palomaero (Viguera) o La Hoyuela (Almarza).
De vuelta en Trevijano, bien merecerá la pena dar un paseo por las empedradas callejuelas de la aldea que aún conservan el alma de los pueblos serranos. Hoy, la localidad emana vida pero hubo un tiempo, en la década de los 60, que quedó despoblada y en 1979 se anexionó a Soto. El relieve, como corresponde a un pueblo de sierra, es muy accidentado y, por tanto, del gusto de los amigos del senderismo y la montaña.
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