Merecen Asobal

Pero sobre todo, si tiene usted esa suerte y su visita coincide con un partido del BM Antequera, no deje de pasar por el Fernando Argüelles. Porque la experiencia merece la pena.

Si al final de este año Antequera se va a la División de Honor B, sería una desgracia para el balonmano español. No hay ninguna duda: la marea verde es la mejor afición que tiene este deporte. Es lo que querría ser de mayor la afición de Logroño. Es, vamos, la repera.

La marea verde no calla, no se para quieta, nunca vuelve la espalda. Su equipo es modesto, pero ellos son de Copa de Europa. La salida del Antequera a su cancha pone los pelos de punta; su apoyo, su presión sobre los árbitros, su ánimo constante y gritón (pero siempre sin malos gestos hacia el rival) es un espectáculo en sí mismo. Su equipo ganará o perderá, pero ellos dan una lección cada noche.

Ese ambiente da más valor a la victoria del Darien, que ya empieza a ser un clásico; desde que existe este club, Darien y Antequera se han enfrentado cada año. Y hasta el momento, siempre han ganado los riojanos. Pese a todo, hay buen rollo entre los equipos. Ayer, por ejemplo, el Darien se marchó aplaudido por una (entonces sí) abatida parroquia. En las gradas no había público riojano (musho viahe, dirían por aquí) pero una presencia sí se veía: la pancarta de la inimitable peña Iron Maiden, traída por mano interpuesta pero presente en el Argüelles. Olé.

Decsi, el valiente

En ese momento, en la cancha había un protagonista. Cuando acabó el partido, todos sus compañeros se abrazaron a Gabor Decsi; un húngaro como un castillo se deshacía en lágrimas en mitad de la pista. Lo de Decsi es de valientes: sabiendo que su padre estaba gravemente enfermo, jugó ante Ciudad Real justo antes de coger un avión. Volvió, y ayer jugó con su padre fallecido hace cuatro días.

Una actitud de Asobal, en un campo de Asobal. Si los dioses del balonmano son justos, ambos seguirán en esta liga el año que viene. Lo merecen.