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LA RIOJA
Lunes, 20 de noviembre 2006, 19:09
Según esta crónica, los hechos ocurrieron mientras el barco navegaba a 16 nudos en medio de una espesa niebla, a las órdenes del capitán José Lotina, que inquieto, trataba de auscultar el faro de Punta Boy, pero la luz no aparecía. El choque contra el arrecife fue tan violento que desgarró el doble fondo del trasatlántico de proa a popa. La brusca entrada en la sala de calderas provocó varias explosiones que dejaron casi de inmediato al buque sin energía eléctrica. No se pudo transmitir un SOS. Los alojamientos de la segunda y tercera clase comenzaron a arder debido a las explosiones internas que sacudían al buque. El laberinto de corredores y escaleras que configuraban la habilitación del pasaje se convirtió en una ratonera en la cual quedaron atrapados la mayor parte de los pasajeros. La escena es inimaginable: un buque inmenso a oscuras y con una acentuada inclinación hacia proa. Gritos, confusión, ensordecedoras explosiones.
La mayor parte del pasaje quedó atrapada dentro del buque, mientras que la tripulación recibió la orden de abandonar el barco. Sólo se pudo arriar un bote salvavidas, según cuenta Juan Antonio García, un abogado chileno descendiente de Villoslada.
Apenas transcurrieron cinco minutos entre el choque y el hundimiento. De los 588 pasajeros y tripulantes sólo sobrevivieron 143: 57 pasajeros y 86 tripulantes. En total, 445 muertos, entre los que se encontraban varios riojanos junto al comerciante riojano, que viajaba a la ciudad de Valparaíso por asuntos de trabajo, según una lista de pasajeros que se halló en el bolsillo de uno de los cadáveres.
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