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NAFARRATE.
Domingo, 5 de marzo 2006, 01:00
Pero el tiempo se fue quebrando y el sol, antes radiante, fue tomado por las nubes. Cada vez más negras. No era un síntoma de lo que después ocurrió. El griterío dentro de la cancha era ensordecedor. La gente estaba con su equipo a muerte. Era una olla. La tormenta, también fuera, no se hizo esperar, y como en la peli, nos hizo recordar que la lluvia en Málaga es una pura maravilla. El aguacero se convirtió en un maná de goles.
Adentro, pañuelos verdes para todos, camisetas y banderas. En el momento que salieron los jugadores -los suyos- no se podía ni hablar. Ni los auriculares ayudaban al aislamiento. La megafonía, a todo trapo. Que si «¿a por ellos, oé, oé!», que si Gloria Gaynor con su «I will survive», que si «Paquito el chocolatero»... Y así sucesivamente con un rosario de himnos que no hacían sino enfervorizar a los aficionados. Entretanto, uno podía ir leyendo lemas como la de los seguidores del 'Frente Nazareno'. Claro que había también bombos, silbatos y bocinas de esas que parece el día de San Cristóbal.
No cabía ni un alfiler. Hasta el punto de que en Antequera no saben todavía qué va a pasar cuando viajen a Granada, una cancha más pequeña que la suya y para la que ya tienen pensado fletar varios autobuses. La megafonía no paraba de decir el nombre del bar donde había que apuntarse.
En el descanso salieron los niños a jugar a la cancha. Al balonmano, no. Sencillamente, a jugar. Lanzaron mil papelotes a la cancha y después de la travesura tuvieron que salir a limpiarlo todo. El recuerdo de Antequera va a ser duradero, especialmente el sentimiento de camaradería que incluso por la calle nos transmitieron. La gente habla de balonmano por la calle. Tocan la bocina, te levantan el pulgar en señal de camaradería.
Momentos antes del partido, el Darien se desperezaba de la siesta en la cafetería del hotel donde estaban alojados. Jugaban la final de tenis Federer y Nadal, casi nada. Alguno le dijo al camarero: «Pon la dos». Allí Portland y Barça jugaban al balonmano. Todos pegaditos al televisor. Eso es motivación.
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