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mercedes gallego
Sábado, 9 de julio 2016, 01:10
Es posible que aún queden muchos estadounidenses de la América profunda incapaces de ubicar España en el mapa, pero nunca ha sido el caso de Barack Obama. Antes de ser presidente de EE UU, e incluso antes de ser abogado de Harvard, fue un mochilero ... de 26 años al que llamaban Barry. Recorrió Europa como los jóvenes de su edad, en autobús, comió bocadillos en la Plaza Mayor y paseó por las ramblas con un senegalés al que conoció en el autobús de Madrid a Barcelona.
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No mentía cuando le dijo al Rey Felipe en septiembre pasado que «no hay país que me apetezca más visitar que España antes de que acabe mi presidencia». Galante, como es el monarca, y consciente de la apretada agenda del presidente de EE UU, Felipe VI le dio la opción de escaparse. «Nos encantaría tener la oportunidad de recibirlo, pero si no puede ser antes, cuando acabe su mandato». Obama no se lo pensó. «Ah, no, después iré mucho, majestad, entonces será fácil».
No se ha conformado con aprovechar la invitación de volver a España de vacaciones, sino que se ha esforzado por incluir al país en un viaje oficial para saldar una deuda histórica: 15 años sin que un presidente visite a su mejor socio de la OTAN en el sur de Europa. Los diplomáticos españoles en EE UU coinciden en que ese desaire no reflejaba la realidad de las relaciones entre ambos países, que son muy cálidas y fluidas. El asesor de seguridad de la Casa Blanca Ben Rhodes, admite que era «el país más importante que le quedaba por visitar».
Obama no podía convertirse en el primer presidente desde Nixon que termina su mandato sin visitar España, el noveno inversor en EE UU y el país al que han viajado varias veces su mujer y sus hijas, aunque en América sólo se recuerde el despilfarro de esas vacaciones en Marbella y Granada. La mayor, Malia, ha elegido la embajada de Madrid para hacer prácticas este verano antes de entrar en Harvard, siguiendo los pasos de sus padre. Como ellos, 26.000 jóvenes estadounidenses fascinados con lo que representa España en el imaginario popular eligen cada año nuestro para un intercambio escolar. Los mochileros no se pueden contar.
Es cierto que las relaciones entre EE UU y España se enfriaron de golpe cuando Rodríguez Zapatero cumplió su promesa electoral de retirar las tropas de Irak. George W. Bush no se lo perdonó jamás, pero Obama, como Zapatero, cabalgó hasta la victoria en Casa Blanca a lomos de la promesa de acabar con esa guerra. Obama prometió reparar las relaciones que esa invasión había dañado. Sin mencionarla, España latía en la frase, pero cuando llegó a la Casa Blanca la codicia de Wall Street había puesto la economía mundial al borde de un precipicio y desatado la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. La crisis española fue un daño colateral de la estadounidense. Quizás por eso Obama siempre ha mostrado simpatía por el precio que han pagado los españoles para salir de esta «brutal recesión», dijo consternado cuando recibió al Rey en el Despacho Oval.
El mandatario es consciente de que la deuda pendiente de la economía española es la creación de empleo, por lo que ha encargado a sus asesores que discutan con los gobernantes españoles durante este viaje cómo puede ayudar EE UU a dinamizar la economía española y crear puestos de trabajo. Aunque las estadísticas mientan, bajo su mandato el paro ha caído al 4.7%, una cifra que no se veía desde el 2007. En comparación, la tasa de paro en España es del 20.1%
La visita, que cierra formalmente los desencuentros de una década que ni EE UU desea recordar, comenzó a gestarse en ese despacho Oval en el que Obama destacó, con perspectiva histórica, que España hunde sus raíces en el estado de Florida desde hace 450 años. «Sé que en Europa eso es un suspiro pero aquí en EE UU es mucho tiempo», aclaró, Según el embajador de España en Washington Ramón Gil Casares se concretó después con los viajes a España del secretario de Defensa Ashton Carter y el de Estado John Kerry.
Cuando se anunció la fecha a principios del mes pasado, muchos observadores se sorprendieron de que ignorase la incertidumbre que representaban las elecciones españolas del pasado 26 de junio, pero para la Casa Blanca no sólo era la única oportunidad de visitar España en los seis meses de gobierno que le quedan a Obama, sino que envía un mensaje de confianza. Para EE UU España es un país sólido en el que los cambios de gobierno y la emergencia de nuevos partidos sólo son ritmos de una democracia en la que confía. De hecho, no tiene inconveniente en estrechar la mano de Pablo Iglesias como de cualquiera de los líderes políticos de la oposición.
Papel en la OTAN
Con toda la simpatía que el presidente estadounidense pueda sentir por España, lo que su asesor de Seguridad Nacional destacó el jueves, cuando explicó el viaje a la prensa, fue su papel dentro de la OTAN. Obama presume de haber construido una verdadera alianza de 51 países que comparten el peso de la seguridad internacional y le acompañan en la tarea de mantener la seguridad en Afganistán. La visita a España se enmarca dentro de su viaje a la quinta y última Cumbre de la OTAN a la que asistirá, con importantes retos en Europa del Este y Afganistán, agravados por el incierto papel que jugará Gran Bretaña en el panorama de Brexit.
España, ya con Zapatero, aceptó que la base de Rota acogiera a los escudos antimisiles de la OTAN para la defensa europea. Más recientemente Mariano Rajoy aceptó que los marines estadounidenses instalaran en la base de Morón su comando permanente para Africa. No hay dudas de que detrás de la foto en alguna taberna sevillana y la simpatía que emanará de su encuentro con los monarcas españoles, Obama no va a España de turista, sino afianzar su papel como aliado internacional en una Europa que se desmorona.
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