Edipo, entre lo viejo y lo nuevo
ANTONIO PAPELL
Miércoles, 2 de marzo 2016, 15:46
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ANTONIO PAPELL
Miércoles, 2 de marzo 2016, 15:46
La rivalidad entre la derecha y la izquierda ha sido el motor parlamentario de este país durante toda la etapa democrática. Pero las cosas han cambiado y, como acaba de verse, tal polaridad ideológica tiene un papel subsidiario en el nuevo parlamento español, en que ... el bipartidismo ha saltado por los aires y de lo que se trata es de construir una mayoría parlamentaria entre las cuatro grandes formaciones que se han repartido el grueso de la representación.
La jornada de hoy, sin precedentes, ha sido atronadora y asombrosa sobre todo porque las grandes rivalidades ya no son las que enfrentan a socialdemócratas y liberales, una confrontación que siempre ha sido creativa en Europa, sino que provienen de argumentos más alambicados y confusos. En el día de hoy, las verdaderas confrontaciones han estado, principalmente, entre el PP y Ciudadanos, de una parte, y entre el PSOE y Podemos, de otra.
En efecto, Iglesias, representante genuino de la 'nueva política' populista ha descalificado en tono grueso a Sánchez, portaestandarte de la socialdemocracia convencional, y ha abierto abismos con el partido socialista al mencionar la cal viva; y lo ha hecho con un resentimiento que lleva implícito densos odios históricos y profundas vindictas irresueltas; y en un tono que ha sobrecogido a más de uno, y que ha parecido impropio de una sede parlamentaria democrática. Asimismo, Albert Rivera se ha encarado con Mariano Rajoy con cortante frialdad para decirle que no puede aspirar a ser el motor del cambio, por la sencilla razón de que nunca ha creído que la mudanza que piden a voz en grito los ciudadanos sea necesaria, y le ha insinuado que la atonía y el aislamiento de su partido se deben a su talante indolente, a su crónica pasividad, en tiempos en que no cabe ya imaginar que los problemas se resolverán espontáneamente, sin que nadie los aborde y los cuide. En definitiva, hoy se ha visto a las claras que el verdadero rival de Iglesias no es Rajoy, ni Rivera, sino Sánchez, porque a lo que aspira el líder de Podemos no es a pactar con el PSOE sino a fagocitarlo y apropiarse de su clientela; y lo que en realidad quiere Rivera es sustituir a Rajoy en el liderazgo del centro-derecha. Lo nuevo pretende descabalgar a lo viejo, adueñarse del territorio, mandar en su feudo. Hay seguramente en estas actitudes de los más jóvenes alguna brizna de un inconfesable y freudiano complejo de Edipo, que, como es sabido, consiste en matar al padre para yacer con la madre y ocupar el trono.
No deja de ser curioso que la única amistad política surgida entre los cuatro actores en litigio sea transversal: el socialdemócrata Sánchez y el liberal Rivera se han entendido, han pactado, aunque su pacto sea insuficiente y no resuelva nada. Ello ha venido facilitado por cierta familiaridad generacional pero, sobre todo, porque no compiten por el mismo espacio político. En los demás casos, ha valido el viejo refrán: no hay peor cuña que la de la misma madera.
Hasta ahora, la izquierda democrática española se había distribuido en un fuerte partido socialista y un oscilante partido comunista, con aliados. Y Podemos tendrá que decantarse: o logra sobrepasar y engullir al PSOE, o acabará -cuando se estabilice la coyuntura- reducido a las proporciones de la decadente IU. En el hemisferio derecho, no parece en cambio probable que se estabilice un bipartidismo conservador, por lo que Ciudadanos tendrá que ganarse a pulso el espacio centrista, que siempre estará sujeto a la tentación del voto útil. De cualquier modo, sean cuales sean los movimientos futuros, ya parece imposible que se cierren ahora pactos de gobernabilidad. Podemos no dará su brazo a torcer y no pactará con el PSOE-C's, y nadie querrá arrimarse a un PP confinado en su propia perplejidad. Ojalá las próximas elecciones nos saquen de este atolladero.
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