«Ni siquiera nos aclaran cuándo llegaremos»

Decenas de pasajeros aguardan cola para subirse al autobús entre resignación y cansancio, como un grupo de amigas jubiladas gallegas, al final de la cola, que se quejan: "Éramos las primeras y mira".

Antonio Matas, procedente de Madrid, ha tenido que anular una reunión de trabajo en Barcelona. "Ni siquiera nos aclaran cuándo llegaremos", dice, aunque se muestra esperanzado porque la cola va avanzando.

La mayoría de pasajeros consultados piensa que los autobuses les conducirán directamente a Barcelona, pero los planes, confirman dos empleados, es llevarlos hasta la estación de Tarragona y de allí proseguir en otro tren hasta Barcelona, un servicio que en los últimos meses acumula críticas y quejas por los retrasos.

Negocio para los taxistas

En el interior de la estación Camp de Tarragona, un solo empleado atiende tanto a los afectados como a los que van en busca de billete para otro día, aunque la magnitud de la fila hace desistir a muchos. Un corrillo de personas, entre pasajeros y periodistas, rodea a un atosigado comercial de Renfe, que explica lo que puede, sobre todo que hay tres meses para cambiar el billete. Extraoficialmente, se muestra preocupado porque "cuanta más gente haya, más costará de absorber y encima, mañana puente".

Los únicos que no muestran cara de cansancio ni de irritación son los taxistas, que hoy multiplican su trabajo porque algunos, sobre todo los que han cogido el Ave por negocios, no pueden esperar y deciden ir en taxi "a Barcelona".

La estación Camp de Tarragona está en mitad del campo, entre dos pequeños pueblos del norte del Tarragona, y para llegar a ella hay que recorrer carreteras secundarias y la siempre saturada N-240. "Hoy será un día muy largo, a la seis de la mañana ya estaba desayunando", se queja por teléfono una de las pasajeras.