Secciones
Servicios
Destacamos
Juan Rodríguez Teruel
Martes, 19 de mayo 2015, 16:17
Desde hace algunos meses, empieza a ser frecuente que se hagan menciones esporádicas, y a veces equívocas, a los beneficios de establecer una segunda vuelta en alguna de las elecciones que se celebran en España, sea para elegir a los alcaldes o a los presidentes ... autonómicos. Nadie se ha atrevido a hacerlo aún para las elecciones generales, pero quizá alguien acabe lanzando la idea.
El debate se inicia con una cierta confusión, porque no queda claro a qué nos referimos: ¿se trataría de una doble vuelta en cada distrito electoral para elegir los diputados o concejales, como sucede en las elecciones locales francesas? ¿o estamos hablando de establecer una elección personal directa a doble vuelta de alcaldes y presidentes, al estilo de la elección presidencial en países como Polonia, Portugal, Brasil o Francia, el lugar que creó la doble vuelta? En el fondo, los políticos que se refieren a este mecanismo están pensando en asegurar que los gobiernos no tengan que pivotar sobre coaliciones parlamentarias, donde los partidos grandes dependan de los pequeños.
La doble vuelta es un mecanismo propio de los sistemas mayoritarios. A diferencia de los sistemas proporcionales, como los que utilizamos en todas las elecciones dentro de España (con la excepción del Senado), los sistemas mayoritarios buscan garantizar que al final de una elección, haya un ganador claro que se lleva toda o casi toda la representación. Para evitar los altísimos problemas de proporcionalidad, que perjudican a las minorías políticas, en algunos casos se establecieron sistemas de doble vuelta, donde se trata de garantizar que el ganador, antes de llevarse todo el premio, obtenga al menos la mitad más uno de los votos. Para ello existen sistemas sofisticados, como el voto alternativo, o más simples, como la doble vuelta.
A favor de la doble vuelta, sus defensores destacan sus aportaciones beneficiosas a la hora de escoger representantes en las asambleas, en comparación con los sistemas mayoritarios a una vuelta: los resultados son más proporcionales, dan más juego a los partidos pequeños (al menos en una primera vuelta), fomenta la cooperación entre partidos ideológicamente cercanos (pensando en una segunda vuelta) y, sobre todo, es muy fácil de entender por todo el mundo.
Sin embargo, no todo resulta tan atractivo, lo que explica que este sistema no haya tenido tanta difusión en elecciones parlamentarias. La doble vuelta no deja de favorecer a los dos grandes partidos de una comunidad y no deja de generar problemas de proporcionalidad, en comparación con sistemas realmente proporcionales, como incluso la fórmula dHondt. Además, el método alarga los procesos electorales y, en consecuencia, aumenta el gasto electoral. Esto se acentúa en buena medida debido a la personalización de la campaña que implica acabar 'fabricando' una segunda vuelta entre dos candidatos. Y en último extremo, puede resultar altamente perversa, en el caso de que uno de los bandos políticos fragmente tanto su voto que se abra la puerta a candidatos radicales, como sucedió en 2002, cuando los franceses de izquierda se vieron forzados a escoger entre un candidato de derecha Jacques Chirac y uno de extrema derecha Jean Marie Le Pen.
Esto nos obliga a plantearnos cuáles son los beneficios potenciales que un sistema de doble vuelta generaría en las elecciones municipales o autonómicas. Si estamos hablando de escoger a todos los representantes mediante este mecanismo, se trataría de cambiar todo el sistema de elección, dejando la fórmula proporcional dHondt por un sistema claramente mayoritario. Esto implicaría también cambiar el tamaño de las circunscripciones, para hacerlas más pequeñas. O de establecer primas al primer partido para facilitar las mayorías absolutas, en la línea de las regiones francesas o italianas. Y con ello dejaríamos fuera de las asambleas algunos de los partidos medianos y pequeños que ahora se encuentran en ella.
Si en cambio estamos hablando de escoger directamente al alcalde o presidente, la transformación aún sería más profunda: estaríamos avanzando hacia sistemas presidenciales, algo que se encuentra fuera de la lógica política seguida hasta el momento por los partidos.
Dependiendo de estos detalles, obtendríamos sistemas de elección que favorecerían la recomposición de la izquierda, en beneficio del PSOE, o bien reforzarían definitivamente las mayorías conservadoras del PP. Estos presagios (para nada seguros) alimentan el escepticismo ante el margen real de una reforma que establezca el sistema de doble vuelta a corto plazo. Sin tener en cuenta, además, que no parece que ninguno de los nuevos partidos en ascenso puedan ver realmente ningún atractivo particular en tales reformas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.