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Edificios que se mueren a la espera de funeral

Edificios que se mueren a la espera de funeral

Bretón de los Herreros 2 y Gran Vía 21, declarados en ruina económica, agotan los plazos previos al derribo

Javier Campos

Sábado, 6 de diciembre 2014, 23:13

Se les acaba el tiempo... aunque uno de ellos se resiste, mejor dicho, parte de los propietarios minoritarios. Bretón de los Herreros 2 tiene los días contados y Gran Vía 21, cuyo derribo ya debería haber empezado, se mantiene en pie al haber recurrido la orden en los tribunales.

Ambos, declarados en ruina económica y con sendas resoluciones de Alcaldía fechadas el pasado verano instando a iniciar los trabajos de demolición, agotan plazos en cualquier caso. Edificios con historia, con la firma de afamados arquitectos locales y con varias décadas a sus espaldas... menos que años faltos de mantenimiento.

El número 2 de Bretón de los Herreros, que en su día acogiese el denominado 'reloj Bergerón' en la esquina con Sagasta, fue declarado en ruina económica por los tribunales a finales del 2011 a instancias de la propiedad. La declaración, vía judicial, llegaba tras un proceso de tres años y tras varias décadas desocupado.

El inmueble deberá comenzar a ser derribado a principios del año que viene -se le daba un plazo de 6 meses en agosto- o de lo contrario será el propio Ayuntamiento de Logroño el que ejecutará las obras de manera subsidiaria con cargo a los dueños, a los que ya ha multado tras los sucesivos y desatendidos requerimientos, prórrogas incluidas.

Constantes tipográficas

La intervención en el edificio en cuestión, con cierto grado de protección por su interés arquitectónico e histórico, deberá tener en cuenta que la nueva construcción mantenga las constantes tipológicas principales de fachada, adecuándose en cuanto a textura y color de los materiales a las características de los primitivos y a la calidad ambiental de su entorno, y aprovechar los elementos singulares de interés para integrarlos en la solución que se proyecte.

La experiencia, no obstante, dice que a toda ruina económica le sigue la técnica... Y es que está comúnmente aceptado que deshabitar un edificio es dejarlo morir... Sea como fuere, lo cierto es que sus propietarios mayoritarios llevan años persiguiendo su demolición en vez de afrontar su rehabilitación.

«No me gusta la ruina económica, y más la ruina económica con la expectativa de sacar beneficio de un posterior derribo», sentencia al respecto el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de La Rioja (COAR), Alfonso Samaniego, quien entiende que en ocasiones la figura ya nace viciada o pervertida pues el propio planeamiento permite levantar más alturas, ganando mayor edificabilidad y aprovechamientos, y en la práctica eso resulta prácticamente imposible en construcciones de este tipo por lo que finalmente sale más barata la obra nueva que la rehabilitación.

Runia económica

La declaración de ruina económica se produce, según la legislación vigente, cuando el coste de la rehabilitación supera el 50% del valor del edificio... pese a las ayudas administrativas a la misma. El número 21 de Gran Vía, uno de los «palomares urbanos consolidados», tal y como se considera desde Medio Ambiente, era declarado en ruina económica por la Administración este 2014, «ya que el coste de las obras de reparación necesarias supone un 68,85% del valor actual de la construcción», después de que tanto Ayuntamiento como juzgados la desestimasen en el 2005 y en el 2006, respectivamente. El plazo para iniciar el derribo en tres meses ha expirado, pero se da la circunstancia de los propietarios de los bajos -ocupados por hasta cinco negocios- han acudido a los tribunales, además de solicitar cautelarmente la paralización del derribo.

La declaración, en este caso, llegaba a instancias del presidente de la propia comunidad, aportando un informe en el que se afirmaba que el inmueble «se encuentra en estado irreversible de ruina técnica y de la incapacidad de una estructura agotada para mantener la estabilidad del conjunto existiendo riesgo de colapso». Los comerciantes de los bajos, con contratos de alquiler por varios años, permanecen a la expectativa de saber qué va a ser de su futuro con la consiguiente incertidumbre.

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