«El capote es todo compás y armonía y es más difícil que torear con la muleta»

Ahora se magnifica todo. Quizás la prensa en ocasiones no es capaz de ver cuándo en una misma faena hay cosas que se hacen bien o mal. Hay que ir analizando. Un torero puede haber cortado dos orejas y no haber acertado con el capote. Hay que desmenuzar las cosas para que la gente sea capaz de ver y entender las faenas.

¿Cree que se debe a las prisas?

Vivimos en una época en la que todo tiene que ser muy rápido. No todos los valores totales están en las orejas. Hay infinidad de detalles muy enriquecedores que se pasan por alto: las formas, la colocación. Por eso hay buenos aficionados y malos, y desgraciadamente los buenos aficionados son menos. Esas cosas de antes las estoy percibiendo mucho en Francia, con un público silencioso y muy observador y que te deja sentirte. A veces puede considerarse un poquito frío, pero es un público que está educado para escuchar. Y a mí cada día me está gustando más porque esos silencios suyos te ayudan escucharte por dentro.

Ese público tiene paciencia...

Paula me contaba que cuando las cosas no le salían como él quería, llegaba Curro Romero y le decía: 'Rafael, hay que saber esperar, hay que saber esperar'. Y es que yo creo que en el arte es tan importante lo que se hace como lo que no se hace porque hay cosas que no se deben hacer. Todo eso configura un metal que está forjado con partículas de lo que uno tiene y también de lo que carece. Por eso no hago esas cosas que no están en mi interior, porque entonces no sería de mi metal. Todo eso lo vivo en mi intimidad y también con mucha agonías.

¿De dónde sale su verónica?

Desde siempre he tenido esa cosilla con el capote, esa inquietud flotandito y que ahora domino más que nunca y que de unos años a esta parte ha hecho que mi toreo evolucione convirtiéndose en mucho más profundo. El capote es todo compás, armonía y es muchísimo más difícil que torear con la muleta.