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Cuando uno se aproxima al monasterio de Valvanera le invade una sensación de tranquilidad. Quizá sea el monasterio; quizá el entorno. A gustos. Pero en la antigua comunidad benedictina (ahora la parte espiritual está en manos de los monjes blancos de Barbastro) no había mucho excedente de paz y tranquilidad. No desde que Josep María Sanromá ocupara el cargo de prior en Valvanera y, siempre, según el prisma de Manuel Nieto, profeso temporal del monasterio riojano (en el que estuvo algo más de año y medio) y «víctima» -según se define- de las confabulaciones entre el abad de Montserrat, Josep María Soler, y su «brazo ejecutor» en el cenobio riojano (el propio Sanromá).
El Papa Francisco lo sabe. O al menos quienes leen su correo. El pasado 11 de enero el antiguo miembro de la comunidad de Valvanera le envió una carta -«ya le envié otra y me contestó un secretario, aunque no han dado ningún paso»- en la que denuncia el comportamiento de Soler y Sanromá en el monasterio.
La misiva es dura. «Todos y cada uno de los monjes podríamos dejar constancia del trato personal degradante recibido desde un principio por este prior, un trato que no se puede considerar, no ya cristiano, sino ni siquiera mínimamente ético», le dice a su santidad.
Manuel Nieto | Profeso temporal de Valvanera
«Todos los miembros de la comunidad hemos sido sus víctimas al intentar liquidar Valvanera», explicaba este miércoles en una conversación telefónica en la que reiteraba acusaciones y asumía que el envío de la carta era «un recurso al pataleo. Estas cosas en la Iglesia van despacio». Detrás de ese encono hacia él «y hacia el padre Jesús, que está desterrado», había «cosas infantiles: no comulgar con sus opiniones, no ya políticas, sino puntos de vista sobre la comunidad». Y todo, asegura, desde el primer día de Sanromá en Valvanera: «Me llamó, nos reunimos, me dijo que no contaba conmigo en Valvanera y que me tenía que ir». Lo mismo, dice, le pasó al padre Jesús, al anterior prior, ahora en el monasterio de Estíbaliz (Álava).
Al Papa le explica que «ni el abad ni su discípulo [el prior] hicieron reparo en echar, una sobre otra, mentiras y calumnias» y le informa de su caso personal: «Por expresar mis opiniones y decir lo que pensaba fui directamente 'eliminado' por un decreto del capítulo provincial que el abad se encargó de sacar adelante». Se refiere a una especie de expediente sancionador que a la postre «hace que no pueda pedir el ingreso en ningún monasterio porque con esos antecedentes me rechazarían». Ahora ha regresado a la vida 'civil' y ha retomado a su trabajo tras una excedencia.
«Es descorazonador constatar como el poder caciquil del abad de Montserrat permite que actúe con total impunidad haciendo valer sus deseos, caprichos o intereses por encima de la propia conveniencia de las comunidades [...] o de la dignidad de las personas», le explica al Papa al tiempo que, por teléfono, también habla de las cuentas de Valvanera y del intento de «llevarse todo el dinero del monasterio».
¿Lo sabía la Diócesis? Nieto dice que sí. «Coincidió con el cambio de obispo. Omella fue muy receptivo, pero esa receptividad no la encontramos en el nuevo obispo que no nos quiso escuchar y se quedó solo con Sanromá», completa.
«El único consuelo que parece quedar es que la muerte de la comunidad benedictina de Valvanera, infligida con premeditación y alevosía por quienes precisamente debían haber dado su vida por ella, quedará impune a los ojos de los hombres (y de la propia Iglesia), pero no a los de Dios», se despide del Papa.
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