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Pilar Hidalgo
Lunes, 10 de abril 2017, 21:49
La culebra asesina de ETA serpenteó por La Rioja durante tres décadas, donde dejó un rastro de atentados y sobresaltos. En 1980 el guardia civil José Manuel López Bescós perdió la vida en Villamediana al estallar una bomba al paso del convoy en el que ... viajaba. No había finalizado ese año cuando la región sufrió el zarpazo más desgarrador debido a la barbarie terrorista. Sucedió en la calle Ollerías de Logroño. Tres logroñeses (el comisario de Policía Carlos Valcárcel y los empresarios Miguel Ángel San Martín y Joaquín Martínez) fueron asesinados cuando explotó un coche-bomba a su paso. Estaban tomando unos vinos en el Casco Antiguo. En los años sucesivos, el monstruo etarra reapareció en forma de una serie de atentados menores: el frustrado ataque contra Bodegas Olarra de aquel mismo ejercicio, los cometidos contra los cuarteles de la Policía en Logroño y de la Guardia Civil en Calahorra durante 1983, y el dirigido contra un concesionario de Haro cuatro años después. La ira fundamentalista vasca no se apaciguó en la década siguiente. En 1991 un coche-bomba estalló ante el cuartel de la Guardia Civil en Casalarreina. Quedó arrasado, aunque no hubo que lamentar desgracias personales.
Más graves resultaron las consecuencias de un atentado semejante perpetrado en Arnedo cuatro años después y que destrozó las instalaciones del Instituto Armado. Habían transcurrido dos años más, cuando en plenas celebraciones del Carnaval de Logroño, varios artefactos de escasa potencia sobresaltaron a los logroñeses. Estallaron durante la noche, en la puerta de una cafetería y tres sucursales bancarias. De regreso al País Vasco, los terroristas aún tuvieron tiempo de poner otro explosivo más en una gasolinera de San Asensio. La capital riojana también estaba de fiestas, esta vez por San Bernabé, cuando en el 2001 la bomba más potente que ETA colocó en La Rioja sacudió el corazón de la ciudad. Una pareja de etarras situó un coche-bomba ante la Torre de Logroño. Sólo hubo daños materiales, pero muy cuantiosos. Las últimas incursiones etarras en La Rioja fueron el ataque que en el 2005 sufrió la centenaria bodega La Rioja Alta, ubicada en Haro, y el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil en Calahorra del 2008. No hubo víctimas, pero sí gravísimos destrozos materiales.
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