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Luis J. Ruiz
Lunes, 27 de febrero 2017, 09:53
Nadie sabe (quizá tampoco él si se dan por buenas las tesis de su defensa) qué pasó por la cabeza de Alejandro Ruiz Vidal (Logroño, 1993) el 22 de septiembre del 2014. Dos días antes disfrutaba en la plaza del Ayuntamiento de Logroño del ... lanzamiento del cohete de San Mateo. El domingo regresó a Lérida, donde estudiaba Medicina desde el 2011. La vida de Ruiz Vidal y la de sus cinco víctimas giró 180 grados en las poco más de 50 horas que transcurrieron entre el inicio de los sanmateos y la compra de 5 litros de diesel en una gasolinera de Lérida, primer paso, dice la Fiscalía, de un plan preparado para, «con la intención de llevar a la práctica su ideario moral y político[...] atentar contra la vida de ciudadanos extranjeros».
Quizá esa es la gran duda que debe resolver el juicio que entre este lunes y el jueves se celebrará en la Audiencia Provincial de Lérida: determinar si el joven logroñés actuó por motivos racistas o afectado por un brote psicótico (está recibiendo tratamiento médico para un presunto trastorno paranoide). Le imputan un delito de incendio, cinco de asesinato en grado de tentativa y otro de lesiones: 81 años de prisión según la Fiscalía; 85 y siete meses, según la acusación particular.
Las dos tesis tienen base argumental. La primera encuentra su pilar en las calles de Logroño y en las paredes de su piso de Lérida, donde aparecieron pintados los números '14' y '88'. Ante el juez explicó que el primero tiene que ver con «asegurar la asistencia de los hombres y de los niños blancos» y que el segundo es un código que significa «Heil Hitler». En Logroño Ruiz Vidal fue miembro fundador del grupo neonazi Nueva Época. La fecha clave de ese argumento es el 23 de diciembre del 2012: Ruiz Vidal, B.B.M., y otras cinco o seis personas, alguno con distintivos nazis, agredían y apuñalaban a un colombiano en el parque del Carmen al grito de «negro de mierda, te vamos a matar». Los dos reconocieron su autoría y pactaron una condena de 2 años y 2 meses y 1 año y 9 meses, respectivamente.
En ese fallo se asienta la tesis de la defensa, que pasa por demostrar la patología mental. El Juzgado de lo Penal 1 de Logroño aceptó la atenuante de alteración mental o psíquica. «Tiene fobia y agresividad brutal a lo externo, pero no es racista», defendía Jon Zabala, letrado que desde mañana le representará en Lérida. Idéntica atenuante aplicó en el 2015 el Juzgado de Instrucción 4 de Lérida al condenarle por agredir a su compañero de celda -de origen chino- en la cárcel del Ponent.
Y es que, desde que Ruiz Vidal incendió el pequeño estudio en el número 36 de la calle Rovira Roure de Lérida el 22 de septiembre, ha protagonizado varios incidentes violentos. Aquel día salió de su piso a las 17 horas con un machete y un cuchillo de grandes dimensiones. No usó el primero. El cuchillo «es más efectivo; con el machete no se puede apuñalar», dijo durante la Instrucción. Propinó dos puñaladas en la espalda de un peruano que esperaba en un semáforo; otras dos en la de una argelina que entraba al portal de su casa con su hijo de siete años; una en el abdomen de la única víctima española, en el de un joven chino y una más, en la espalda de un pakistaní. Tal fue la violencia del último ataque, que no pudo recuperar el cuchillo. «Pensaba que lo había matado», declaró Ruiz Vidal.
Se deshizo del machete e inició una huida nocturna que le llevó hasta Balaguer (a 30 kilómetros de Lérida) desde donde regresó a su piso en taxi, se aseó, se cambió de ropa y se entregó a la Guardia Urbana. 72 horas después la juez decretó su ingreso en prisión.
Desde entonces su vida carcelaria no ha sido tranquila. Ingresado en Lérida -el centro de Logroño rechazó su llegada- el pasado mes de noviembre consiguió el traslado a Zaragoza, más cerca de su familia, tras gestionar una queja ante la Defensora del Pueblo. Fue en el centro penitenciario de Lérida donde protagonizó los incidentes más graves. El 7 de octubre del 2014, poco después de su ingreso, agredió a su compañero de celda tras discutir por una presunta deuda de 20 euros. Días después propinó varios golpes en la cabeza a otro interno de nacionalidad china.
El último incidente fue la carta que envió a quien fuera su vecino en Rovira Roure y que declaró como testigo durante la fase de Instrucción: «Has metido la pezuña, cerdo», le espetaba. «Todo tiene sus consecuencias, especialmente para los chivatos»; «el día menos pensado te cortaré el cuello, hijo de perra. Seguramente me acercaré a tu pueblo para la ejecución»; «comienza la cuenta atrás», decía la misiva que adjuntaba la tapa de una lata de calamares.
Mañana, Alejandro Ruiz Vidal volverá a Lérida. Más de dos años después de que la capital ilerdense viviera 24 horas de pánico y de paranoia: calles medio vacías, miradas de recelo en todas las direcciones y un pavor compartido. El presunto islamista radical que buscaba la policía era Alejandro Ruiz Vial, estudiante logroñés de Medicina de 21 años.
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