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DIEGO MARÍN A.
Miércoles, 15 de febrero 2017, 22:13
El sindicato de enfermería SATSE en La Rioja ha organizado un curso práctico de manejo de situaciones conflictivas en los centros sanitarios, dirigido a enfermeros. Impartido por el policía municipal de Madrid y profesor de defensa personal y seguridad José Antonio Galisteo, el curso, al que se han apuntado una veintena de profesionales del sector, «ofrece a los participantes habilidades para afrontar con mayor garantía de seguridad su trabajo diario». «El objetivo final no es la agresión física hacia el paciente o supuesto agresor, sino tratar de disuadir y evitar las agresiones», informa SATSE.
El nacimiento de este tipo de cursos de defensa personal en el gremio de la enfermería fue en el 2015, «cuando se contabilizaron 5.000 agresiones a enfermeras, entonces la Consejería de Sanidad de Madrid decidió paliar esas agresiones con la formación», recuerda José Antonio Galisteo. «En La Rioja también se han incrementado las agresiones y la Fundación para el Desarrollo de la Enfermería decidió hacer este tipo de cursos para enseñar cómo solventar las situaciones violentas que puedan suceder», explica el profesor. Lo más básico es asimilar unas medidas de autoprotección, y cuando estas fallas, se activan las acciones de autodefensa, que también se imparten en el curso.
Hablar, mediar, huir y defenderse
Hablar con el agresor, mediar, es lo primero, pero cuando eso falla y no se puede esperar más, lo principal es huir, con cualquier excusa. Es más, si ni huir es posible, hay que defenderse.
Galisteo enseñó a los enfermeros inscritos al curso a reducir al agresor. Por ejemplo, si intenta el ahogamiento manual, apartando sus extremidades, golpeándole intentando no causar lesiones y huyendo del lugar para buscar ayuda. O, si impide el paso, derribarle mediante un golpe en la nariz, porque esta es una de las partes más accesibles y débiles de las personas. Aunque para llegar hasta ese extremo es necesario agotar todas las vías de negociación anteriormente, además, el fin no es noquear al agresor sino evitarlo para acudir a pedir ayuda.
«Enseñamos unas técnicas muy básicas de defensa personal con las que cualquier mujer se puede quitar de encima a un hombre, por fuerte que sea, parar la pelea y huir para pedir ayuda a personal de seguridad, la Policía u otras enfermeras», asegura Galisteo. Cuando esto sucede, el siguiente paso es la denuncia, por lo que en el curso también se ofrece información sobre Derecho Penal para conocer qué tipo de delitos son los que se cometen y qué se puede denunciar.
Las agresiones más habituales son las verbales, «habitualmente las tienen todas las enfermeras, las insultan y las tratan mal tanto los pacientes como los familiares», explica el profesor, quien añade que, también, «en muchas ocasiones se llega a las agresiones físicas, incluso sufriendo lesiones, casi siempre son bofetones, y hay muchos agarres». En atenciones domiciliarias también se dan las retenciones ilegales, no dejan salir de las casas a los enfermeros.
«Se pasa mal»
Una de las enfermeras inscritas en el curso es Gema Martínez, que trabaja en una consulta privada y, por fortuna, no ha sufrido ninguna agresión, pero reconoce que se apuntó porque «el título me pareció bien, y me ha sorprendido y me ha gustado, siempre sacas cosas para la vida, la calle... lo que pueda pasar». En las consultas privadas, como el lugar de trabajo de Gema, son más extrañas las agresiones, que se producen con más frecuencia en centros públicos y en los domicilios. «Me quedo con saber cómo defenderme y saber salir de una situación complicada», confiesa Gema.
Otra de las enfermeras participantes en el curso es Isabel Martínez, trabajadora del servicio de Urgencias del hospital San Pedro, aunque anteriormente ejerció la enfermería en Atención Primaria. «Me han comentado casos de gente que ha acudido a domicilios donde les han dejado encerrados», explica.
«A veces te encuentras en situaciones que no han llegado a ser violentas del todo pero te quedas impotente porque no sabes cómo actuar, por ejemplo, ante pacientes alterados por motivos de alcohol o cualquier otro por el que no controlan sus actos y no sabes qué hacer sin hacerles daño ni que te lo hagan a ti», declara Isabel.
La enfermería parece una profesión muy vulnerable, y tanto es así que Gema Martínez admite sentirse «indefensa». «Debería haber más personal tanto de enfermería como de seguridad para sentirte más amparada», opina.
En determinadas ocasiones hay, incluso, temor. Durante dos años y medio Isabel realizó atenciones a domicilio y, aunque asegura que nunca ha sufrido agresión alguna, admite que «a veces vas a alguna zona en la que no sabes qué te vas a encontrar y vas con un poco de miedo, hasta que ves a la persona y, sobre todo, sales de la vivienda». Frente a esos temores, el curso aporta seguridad. «Por lo menos adquieres conocimiento, ahora habrá que ver si sabemos o podemos ponerlo en práctica. Esperemos que no haga falta», desea. Isabel pone como ejemplo el caso de un compañero de profesión «al que dejaron encerrado en una casa, habló con el paciente, que era de psiquiatría, y al final abrió la puerta, pero podía haber no abierto... Se pasa mal».
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