Insensibilizados
«Un día, un amigo bombero me lo explicó. No actúan más de diez minutos sobre un cadáver para no familiarizarse con su rostro. Se van turnando»
Ernesto Pascual
Sábado, 5 de noviembre 2016, 00:23
Secciones
Servicios
Destacamos
Ernesto Pascual
Sábado, 5 de noviembre 2016, 00:23
Entre noticia y noticia, recorro cada día el tramo de la N-232 entre Alfaro y Rincón de Soto. Son diez kilómetros surcados de sombras de muertos. Cuando los atravieso, recuerdo las horas que he pasado en cada punto cubriendo accidentes mortales para estas páginas.
Antes, cuando me avisaban de un accidente, se me aceleraba el latir, conducía hacia el lugar sobrecogido, temiendo conocer al fallecido. Antes, sabía cuántos accidentes mortales había fotografiado. Antes, me asombraba la capacidad de los bomberos para afrontar el excarcelamiento de un cadáver entre el desorden de hierros. Un día, un amigo bombero me lo explicó. No actúan más de diez minutos sobre un cadáver para no familiarizarse con su rostro. Se van turnando. Entre relevo y relevo, hablan, comentan. Se van lejos del cadáver. Luego vuelven.
Ahora, he perdido la cuenta de cuánta gente he visto morir en la N-232. Quizá yo también me esté insensibilizando, quizá me pongo un escudo para no llevarme a casa el dolor del asfalto, para que sea 'parte de mi trabajo'. Pero no puedo. En cada accidente me acuerdo de un buen amigo que murió en la N-232 un 30 de noviembre.
Quizá quienes han logrado insensibilizarse son quienes toman decisiones sobre su gestión y sobre la gratuidad de la AP-68. Ellos no excarcelan muertos, no meten cuerpos desvencijados en ataúdes, no escuchan los móviles sonando sin responder. Quizá el despacho les hace desoír el clamor, el llanto y la rabia de mis vecinos, que sabemos que cualquier día podemos morir en esta carretera.
Sí, muchos accidentes son causa de imprudencias. Pero si la densidad del tráfico en la N-232 fuera menor, se restaría peligro. Al lado, la AP-68 va vacía. Si he perdido la cuenta de accidentes mortales en quince años en la N-232, recuerdo que he cubierto uno en la AP-68.
Yo también siento injustificado el desdoblamiento de la N-232. No quiero más asfalto negro sobre mi verde valle del Ebro. Quiero una autopista libre, una autovía como en tantos otros lugares. Como a tantos riojabajeños, no me vale la fórmula de Vía -T cuando conecto con Rincón, Calahorra o El Villar.
Me cuesta monetizar una vida, cuantificar el dolor, poner moneda sobre billete en nuestros muertos. Sólo pido, como tantos de mis vecinos, la liberación de la autopista, que nos la deben desde hace cinco años de muertos. Si no lo solucionan, si se han insensibilizado, espero que estén preparados para asumir diez años más matándonos en esa carretera.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.