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Pío García
Sábado, 15 de octubre 2016, 20:11
Cuando, en los primeros días del año 2014, se supo que Adveo, la antigua Unipapel, había vendido su negocio industrial a una firma de capital riesgo con sede en Suiza, Springwater Capital, Ruth Lázaro, trabajadora de la firma papelera en Logroño, buscó afanosamente en Internet ... quiénes eran sus nuevos patronos. No encontró rastro alguno. El que se había convertido en su jefe supremo, un tipo llamado Martin Gruschka, parecía haber brotado de la nada. «Eso empezó a olerme mal», recuerda.
Todavía hoy, después de haber movido millones de euros en España, resulta casi imposible averiguar nada sólido sobre Martin Gruschka. En su perfil público de Facebook, abierto y abandonado casi al mismo tiempo, a finales del año 2013, ni siquiera figura su currículum, sus estudios o su fecha de nacimiento. Sólo hay dos fotografías (en una posa sonriente; en otra da una conferencia) y el título de un post. Está escrito en alemán. Dice: «Martin Gruschka, un prominente hombre de negocios». Cuando uno pincha en el enlace, aparece un mensaje de error. También hay una noticia, colgada en vísperas de cerrar el negocio con Adveo, sacada del diario ExpansiónDice: «Capital Riesgo: Springwater desembarca en España».
2002. Gruschka, Marocco y Stellmamm fundan en Ginebra Springwater Capital.
2014. Unipapel vende a Springwater su negocio industrial por 16 millones de euros.
Abril del 2016. Los trabajadores de Unipapel acusan al fondo de descapitalizar y «dejar morir la empresa».
Julio del 2016. Unipapel cierra y los trabajadores sufren una regulación temporal de empleo por 12 meses.
Eso es lo único que pudo saber Ruth Lázaro de su nuevo jefe.
En los últimos años de la gran crisis económica, Springwater Capital entró en España haciendo mucho ruido. El fondo, con sede en Ginebra (Suiza), adquirió por 17 millones de euros la división de gestión avanzada de documentación digital de Indra. Martin Gruschka, uno de sus fundadores, empezó a aparecer en la prensa especializada. Parecía un mirlo blanco; un sonriente heraldo de la recuperación económica: «Es un momento perfecto para invertir en España», exclamaba ufano en el diario Cinco Días(agosto del 2013). Gruschka aterrizó en España en busca de empresas pequeñas o medianas en apuros. No le importaba el sector. «Hay poca competencia y grandes oportunidades», clamaba.
Martin Gruschka, berlinés, originario de la Alemania oriental, descubrió el negocio de las firmas de capital-riesgo en Nueva York, cuando entró a trabajar en una de las sociedades más importantes del sector, Veronis, Suhler & Associates. El capital-riesgo ('private equity', en inglés) se define como la compra de títulos de una empresa mediante un proceso negociado. La idea básica es comprar a buen precio, hacer mejoras o reestructuraciones y luego sacar la firma a bolsa o venderla en cuanto surja alguna oferta mejor. En el año 2002, Gruschka y otros dos economistas, Manilo Marocco y Carlo Stellmamm, fundaron en Ginebra Springwater Capital. Habían visto que el negocio del capital-riesgo estaba casi saturado en el Norte de Europa y se fijaron en los países pobres del Sur, que boqueaban asfixiados por la crisis: Italia, Portugal y, sobre todo, España. «Nosotros vemos valor donde otros no lo ven. Y no tememos ir contracorriente de las tesis habituales de inversión», exclaman desde el frontispicio de su página web.
Primero fue la división digital de Indra (transformada en Delion), luego Nevión, Nautalia, Wamos, Electrodomésticos Miró, Aernnova... Y Unipapel. «Dijeron que querían reflotar la empresa; pero al mes justo de entrar dejaron de pagar al primer proveedor. Eso no lo hace alguien que quiere reflotar la empresa», lamenta Ruth.
Ruth Lázaro y su jefe, el casi etéreo Martin Gruschka, llegaron a conocerse personalmente. Un día de mayo, citaron a los miembros del comité de empresa de Unipapel en la sede que Springwater había adquirido en España, en plena Gran Vía madrileña. «Gruschka iba impecable, de traje, y se comportó con unos modales exquisitos», recuerda Ruth. Se mostró muy afable. Hablaba algo de español y no alzaba jamás la voz. Estaba flanqueado por otros dos ejecutivos que llevaban el peso de la negociación y que sí se mostraban más agresivos. Gruschka prometió a los trabajadores que iban a cobrar íntegra la paga extra de marzo. «Pero esa extra no llegó nunca», lamenta Ruth.
Los trabajadores de Unipapel, como los empleados del Grupo Miró, se sienten engañados. En agosto, 66 empleados de la factoría madrileña de la empresa papelera, muchos de ellos con cargos directivos, presentaron una denuncia contra Gruschka por falsedad documental, estafa e insolvencia punible. De momento, los trabajadores riojanos han preferido no personarse en el caso, aunque sospechan que el fondo de inversión jamás tuvo intención de reflotar la empresa: intuyen que simplemente la vació.
Martin Gruschka sigue a lo suyo: comprando, gestionando, vendiendo y liquidando empresas. No a todas les va tan mal como a Unipapel o a Electrodomésticos Miró. Nautalia, de momento, parece navegar con vientos favorables. Mientras tanto, su dueño, según revelaba el periódico digital El Españolhace turismo gastronómico por media España con su novia, Sandra Macaya, exmujer del dueño de Campofrío. Los 59 empleados de la vieja papelera logroñesa, en cambio, no duermen en hotelazos ni comen en restaurantes con estrellas Michelin. Afectados por un ERTE (expediente de regulación temporal de empleo) de 12 meses, esperan noticias entre atónitos y enojados. Se sienten como si un lobo errante, de piel suave y ojos huidizos -un lobo culto, apuesto, despiadado- les hubiera robado las ovejas.
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