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Straperlo y otras perlas

MARTÍN TORRES GAVÍRIA

Miércoles, 18 de mayo 2016, 20:41

En los años treinta del siglo pasado llegaron a España tres judíos holandeses con mentalidad emprendedora. Para desbrozar el camino hacia el éxito se arrimaron a Aurelio Lerroux, sobrino y ahijado de Alejandro Lerroux del Partido Radical y presidente de la Segunda República. Las credenciales ... holandesas eran unos extraordinarios relojes de oro que fueron donando a las personalidades que Alejandro les fue indicando. El fin empresarial no era otro que conseguir una licencia de juego para una ruleta que los holandeses habían patentado. Los macizos relojes de oro hicieron su función y la autorización llegó -no se sabe, pero se intuye, si el tío tuvo algo que ver-. La cuestión es que la ruleta comenzó a girar en el Casino Kursaal de San Sebastián y en el Hotel Formentor de Baleares. La realidad era que la ruleta estaba trucada con un dispositivo electrónico y la banca siempre ganaba. Se comenta que esta acción junto a otras le costó el gobierno a Lerroux. Los holandeses se llamaban Strauss, Perel y Lowann. Y como buenos emprendedores bautizaron a la ruleta con el acrónimo de sus nombres: Straperlo.

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