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Jueves, 31 de marzo 2016, 17:07
«Nos cogió a todos en fuera de juego. Es más, era un momento de expansión de la fábrica, pero en una multinacional, cuando decide el consejo de administración que cierra, lo hace y le cuesta poco, a través de la ingeniería financiera, aparentar pérdidas ... y cuadrar las cuentas que les interesa. Cuando hacen público el cierre es que tienen todo planificado y ya es inevitable, hagas lo que hagas», defiende Miguel Ángel Vedia, uno de los 104 prejubilados de Electrolux.
«Fue un año y medio de agonía, muy duro, porque vives en un punto extremo, vas a trabajar sin ilusión y empiezan a marcarse las diferencias de cómo salen unos y otros. En esas circunstancias sale lo mejor y lo peor de las personas. Cuando nos dieron la carta fue un drama, un mazazo y en mi caso más, porque era una edad terrible para volver a encontrar trabajo pese a que todavía no había crisis. Al final, tras la negociación tuve la suerte de que a partir de mi edad, 52 años, nos prejubilasen, pero los primeros meses tras el anuncio de cierre de la fábrica a la que yo había entrado en 1977 fueron una cruel pesadilla».
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