El semáforo
El miembro de European Financial Planning Association España se refiere el leguaje de los productos financieros que "cada día se entiende menos"
MARTÍN TORRES GAVÍRIA
Miércoles, 24 de febrero 2016, 21:40
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MARTÍN TORRES GAVÍRIA
Miércoles, 24 de febrero 2016, 21:40
En la Edad Media para evitar que expulsaran a los judíos de Roma se enfrentaron en un gran debate en la plaza de San Pedro el Papa y el portero de la sinagoga. Su Santidad alzó un dedo al cielo y seguido el judío señaló ... el suelo. El Papa apuntó con su dedo el rostro del portero y éste le imitó, pero señalándole con tres dedos. El Padre Santo sacó una manzana y el hebreo una delgada torta de pan. Todo sudoroso el Sumo Pontífice dijo: «Queda derogado el decreto de expulsión, este hombre es un brillante teólogo». Nadie de los presentes se había enterado de aquel lenguaje gestual.
Pasa lo mismo con el leguaje de los productos financieros, cada día se entiende menos. El día de Santa Águeda, fiestas en mi pueblo, entró en vigor el semáforo de riesgos de productos financieros; una orden ministerial (BOE 05/10/15) sobre información y clasificación de productos financieros para proteger al pequeño inversor y destinada a que los particulares conozcan los riesgos que asumen al contratar. En dicha orden ministerial se obliga a las entidades financieras a clasificar los productos mediante una escala numérica del 1 al 6, o una gama de seis colores. Se analiza seguridad, liquidez, rentabilidad, fiscalidad y garantía. El (1) o el verde oscuro, significan que es el producto financiero de menor riesgo y el (6) o el rojo, el de mayor riesgo; pasando por un intermedio de números (2, 3, 4 y 5) y toda una gama de colores (verdes, amarillos y naranjas). Vamos, que me recuerda la pegatina de eficiencia energética de los electrodomésticos. Esta información, de números o semáforo, se deberá entregar al cliente en la comercialización y antes de la contratación del producto. Es obligatorio para: bonos, depósitos de ahorro, acciones, seguros de vida de finalidad ahorro y planes de pensiones. Sin embargo no van a llevar semáforo productos tan importantes como deuda pública (nacional y autonómica) y fondos de inversión.
Desde mi punto de vista este semáforo va a aportar poco, va a complicar mucho y tiene enormes lagunas. En primer lugar, van a ser las propias entidades las encargadas de confeccionar los semáforos y por tanto, dependiendo de la «sensibilidad» de cada entidad, podremos encontrar semáforos diferentes para productos similares. No se catalogan los productos de financiación (préstamos, créditos, etc.) con sus dudosas cláusulas (hipoteca suelo). No hay semáforo para los Fondos de Inversión con ocho millones de partícipes en España y más de 219.000 millones. Los derivados, futuros y estructurados se van a regir por otra regulación específica del Reglamento de UE a partir del 31/12/2016. Es decir, vamos a tener tres normativas a la vez; el semáforo o los números del (1) al (6), la actual clasificación de Fondos de Inversión del (1) al (7) y el Reglamento de la UE. ¡Un caos! Todo se podría eliminar si simplemente hubiera ética profesional. Pero ¿tiene ética la sociedad? ¿Tengo ética yo? ¡Preguntémonoslo!
El Papa ensalzó el alto nivel teológico del hebreo: «Cuando señalé el cielo, él me recordó apuntando el suelo que también hay infierno. Le apunté con un dedo indicándole que hay un solo Dios y él me mostró tres dedos en clara referencia a la Santísima Trinidad. Le enseñé la manzana sugiriéndole que la tierra es redonda y él me sacó una torta de pan para recordarme que la Biblia menciona que la tierra es plana. Es justo vencedor». Por su parte, el portero de la sinagoga les hablaba a los suyos de que todo había sido un montón de tonterías: «Primero me muestra un dedo para que nos vayamos y yo le señalo el suelo diciéndole que no nos vamos a mover de aquí. Luego me apunta a la cara con el dedo diciéndome que no sea chulo, y yo le apunto con tres para decirle que él era tres veces más chulo que yo. Y entonces veo que saca su almuerzo y yo saco el mío». Al buen entendedor con pocas palabras basta.
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