Estado del bien-estar
Martín Torres Gavíria, miembro de European Financial Planning Association España, reflexiona sobre lo que significa este concepto
MARTÍN TORRES GAVÍRIA
Martes, 2 de febrero 2016, 21:38
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MARTÍN TORRES GAVÍRIA
Martes, 2 de febrero 2016, 21:38
Alejandro Magno había oído hablar de Diógenes y quería conocerlo. Un día que el filósofo estaba tumbado tomando el sol, Alejandro se paró ante él. Diógenes se percató de su presencia al comprobar que el sol ya no se proyectaba sobre su cuerpo. «Mi nombre ... es Alejandro El Grande», dijo el rey de Macedonia. «Yo soy Diógenes el perro», contestó el filósofo griego. «Me seduce tu discurso y quiero demostrarte mi admiración dándote cuanto desees. Incluso aquello que ni los hombres más ricos de Atenas se atrevan ni a soñar».
De esta guisa se muestran nuestros políticos, unos más que otros, a la hora de prometer el estado de bienestar. Se puede definir de muchas maneras, pero para andar por casa el estado de bienestar es la cobertura social de los necesitados (parados, pensionistas, discapacitados, excluidos socialmente, maltratados, etc.). Para los políticos ésta es un arma muy valiosa y juegan al «quién da más». Pero tenemos que ser conscientes que lo que se gastan es el dinero que previamente nos han quitado en los impuestos y eso a nuestra economía casera nos influye ¡y mucho! Por poner un caso, Podemos en su proyecto de Ley 25 propone, entre otras cosas, una renta garantizada, ¡tócate las narices! Grosso modo se calcula que la broma cuesta 15.000 millones de euros en dos años ¿Quién los paga? Pues, usted, yo y alguno más. ¡Los de siempre!
Lean el siguiente texto de Adrian Rogers (1931-2005): «Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo. El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona. Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso mi querido amigo es el fin de cualquier nación. No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola».
No abogo, por supuesto, por quitar coberturas sociales, pero ¿no estamos creando una sociedad profesionalizada en el subsidio en vez del esfuerzo, trabajo y desarrollo personal? No es mejor el estado de bienestar en el que más subsidios se ofrecen, sino aquel con el que más libertad y trabajo se consigue.
Ante tan grandiosa propuesta, Diógenes le dijo a Alejandro Magno: «Me honran tus halagos y agradezco tu generoso ofrecimiento, pero únicamente necesito algo que sólo tú puedes darme ahora. Querría pedirte que te apartes del sol».
A diferencia de Alejandro Magno, que ofrecía porque podía y se encontró con Diógenes que valoraba más los rayos del sol que todas riquezas juntas, aquí se ofrece el esfuerzo de los demás.
Mucho ofrece quien nada da.
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