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M. FÉLEZ
Martes, 18 de agosto 2015, 14:31
Miguel se hacía querer. Así era y por eso ayer no sólo familiares y amigos lloraban su muerte en Calahorra. Su inesperado fallecimiento en una exhibición de recortes en el pueblo navarro de Lerín era lo más comentado en cualquier corrillo que se hacía en ... la ciudad porque allá por donde pasaba, Miguel dejaba huella.
Así lo hizo en la asociación Paso Viviente, donde no era uno de tantos que sólo se visten los dos días de la recreación del mercado romano. Miguel estaba implicado como el que más. No faltaba a ninguno de los viajes programados por la asociación. De hecho estuvo en el último que realizaron a Astorga a la fiesta de los 'Astures y romanos' el pasado 28 de julio y ya estaba apuntado para ir a León en la próxima excursión de la asociación. «Era una persona muy implicada con la asociación, siempre estaba disponible para todo lo que hiciese falta, no sólo en los actos que se ven sino en los que no se ven, como montar y desmontar para el día de La Rioja», contaba ayer apenado Juan Carlos Ruiz, presidente de Paso Viviente.
También había dejado huella entre los que compartían sus dos aficiones. Una de ellas era Marta Ruiz, que coincidía con él en Paso Viviente y que gracias a él había aprendido a disfrutar con los encierros. «Era una persona muy grande, siempre haciendo bromas», recordaba su amiga. «Era de esas personas que sabía cuál era el momento de darte un abrazo y lo hacía sin ningún pudor», decía la joven mientras recordaba que ya estaba preguntándole qué día le haría fotos en el encierro de Calahorra.
Allí, en los encierros calagurritanos también quedará su recuerdo. Muchos son los que compartieron andanzas con él en cualquier pueblo de la ribera pero también más allá. «Era tanta su afición que podías verlo en cualquier encierro: en Tafalla, en Falces, le gustaba irse a cualquier sitio», recuerda Ángel Royo, uno de los amigos que le solía acompañar a estos lugares, que recuerda que incluso había corrido en San Fermín. «Estuvimos juntos el viernes en el encierro de Azagra», recuerda con la voz ensombrecida por el dolor y la tristeza. «Tenía mucha cabeza, si las cosas no pintaban bien no salía y era un gran conocedor de las reses, sabía siempre por dónde iban a tirar», cuenta.
De Miguel destaca por encima de todo su compañerismo y su buen humor. «Siempre conseguía sacarte una sonrisa con sus habituales bromas», decía. Para él ha sido un mazazo terrible. «Eres consciente de que te puede pasar algo, pero algo tan terrible no lo piensas nunca», asegura.
Porque todos sus compañeros de recortes reconocen que la muerte de Miguel fue cuestión de mala suerte. Así lo explica al menos Santi Ucha, experimentado corredor. «Yo tuve una cogida muy similar el otro día en Quel con la suerte de que a mi no me pinchó y sólo me dejó un gran moratón», cuenta. «Era una exhibición de anillas y ya había parejas que se habían ido, se resbaló y al empotrarlo contra el burladero no pudo hacer nada», explica. Porque, como los demás, reconoce que Miguel era precavido; lo de hacer el loco no iba con él.
Leo Muñoz, fotógrafo calagurritano, también había tenido la oportunidad de conocerlo. «Fue en un curso de monitores de ocio y tiempo libre que hicimos en el Consejo de la Juventud en donde nos hicimos amigos», cuenta volviendo a sacar la faceta más participativa del joven. Después coincidiría con él en los encierros calagurritanos. Cada uno a un lado de los maderos. «Si veía que la vaca tenía peligro se echaba a un lado y no salía», cuenta.
También la fotografía fue un punto de unión con Leyre Corroza. «Recuerdo que le hice una foto un año en Mercafórum y que me informó de que había un concurso de fotografía. Gracias a él, que me animó, me traje algún premio a casa», cuenta.
«Un gran compañero»
Porque Miguel siempre estaba pendiente de todo. Militar durante algunos años en Pamplona, de ahí que muchos lo conociesen como 'el Mili', ahora trabajaba en la empresa General Mills en San Adrián. «Un gran compañero, siempre estaba dispuesto a echar una mano», comentaba ayer uno de sus colegas de línea en la empresa navarra.
Todos lo echarán de menos pero en especial sus padres, sus cuatro hermanos y sus sobrinos, por los que sentía devoción. Diario LA RIOJA pudo ayer hablar con una de sus hermanas, Esther. La tristeza después del terrible suceso no fue óbice para que quisiese dar las gracias. «Desde la familia queremos agradecer mucho todo el cariño que estamos recibiendo y las atenciones que nos están dando y no queremos olvidarnos de aquellos compañeros que estuvieron con él y lo acompañaron desde el momento del accidente hasta el final», decía.
Miguel se ha ido demasiado pronto pero su recuerdo quedará imborrable para muchas personas, todas esas que le conocieron de verdad y que recibieron lo mejor que tenía.
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