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C.N.
Sábado, 14 de marzo 2015, 17:07
Ser de las pocas mujeres que se adentran en un baluarte de mayoría masculina podría parecer a priori tarea complicada, pero nada más lejos de la realidad. Al menos esa es la vivencia de Alpha Verónica Pernia, profesora titular de Ingeniería de Procesos de ... Fabricación en la escuela de Ingeniería de la Universidad de La Rioja.
Nació en Venezuela hace 40 años y desde que decidió encaminar sus pasos hacia su vocación, en su círculo más cercano había más hombres que mujeres. En su país natal comenzó a estudiar Ingeniería Eléctrica superior y ya entonces su entorno comenzó a ser predominantemente masculino. En su clase, cuenta, eran dos mujeres entre sesenta. En España, donde recaló hace 13 años, estudió 14 asignaturas para homologar su título al de Ingeniería Industrial y aquí la proporción varones-féminas en el aula era algo más moderada, pero aún así el número de chicos superaba sobradamente al de chicas.
En un mundo en el que las mujeres se cuentan con los dedos de la mano, asegura que no se ha sentido nunca discriminada. «El trato siempre ha sido el mismo», comenta. Incluso como considera que «los chicos son más competitivos, eso motiva a ser uno más competitivo y a no quedarse atrás». En definitiva, «estar rodeada de chicos fue más una motivación que una traba; esta competitividad me animó a esforzarme más, porque es una carrera difícil y quería estar ahí, entre los primeros».
En Venezuela, antes de venir a España, fue profesora. Era una profesión que le gustaba, así que en La Rioja decidió intentarlo. El proceso hasta que lo logró «fue muy complicado, pero lo es tanto para hombres como para mujeres», comenta, y es que aquí «es bastante difícil conseguir una plaza de funcionario y ahora mucho más porque han cerrado el grifo». Pero más allá de esas dificultades, insiste en que nunca se sintió discriminada por razón de sexo.
En el 2011 consiguió su plaza en la UR y desde entonces asiste a clase desde el otro lado de la barrera. Su aula vuelve a estar llena de hombres que en su mayoría la tratan con respeto. Siempre hay excepciones, pero tienen más que ver con el nivel de educación de la persona que falte el respeto que con el hecho de que el profesor sea hombre o mujer. Sus compañeros también son mayoritariamente hombres, de hecho, en su área, es la única entre cinco, y en su departamento son cuatro entre veinte.
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