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Pío García
Domingo, 22 de febrero 2015, 18:23
El Colegio de Psicólogos de La Rioja está dedicando sus décimas jornadas a la influencia de las nuevas tecnologías en el cerebro y en la conducta. Su decana, Pilar Calvo, habla con pasión y advierte de la necesidad de actuar rápidamente en casos, por ejemplo, de ciberacoso.
Las jornadas llevan un subtítulo intrigante: «¿Sabemos lo que nos está pasando?». ¿Tiene la Psicología una respuesta?
Una respuesta definitiva y total no; pero sí que podemos observar, escuchar y tomar el pulso a lo que le está pasando a la gente. Y en primer lugar hacemos una llamada de atención sobre cómo estamos organizando nuestro tiempo y cuánto nos influyen las nuevas tecnologías. No debemos dejarnos llevar sin más por la evolución tecnológica.
¿Y cómo nos afectan?
Vemos un continuo aumento de las adicciones al uso de redes sociales y también se están alterando nuestros patrones de aprendizaje. Debemos tener en cuenta que el cerebro es un órgano plástico que se reorganiza y establece conexiones neuronales nuevas en función de nuestras experiencias. Hay zonas que privilegiamos y otras que abandonamos. Con el uso extensivo de las nuevas tecnologías, perdemos memoria y capacidad de atención, nos hacemos menos reflexivos, recibimos mensajes constantemente y sentimos la necesidad de responder con inmediatez.
¿El ciberacoso es la gran amenaza?
En el ámbito escolar, es habitual encontrarse con problemas de este tipo. Amparándose en el anonimato (cara a cara resulta mucho más difícil), muchos adolescentes están llevando a cabo conductas cuyo impacto y cuyas consecuencias desconocen. Debemos prevenir estos casos e intervenir rápidamente.
¿Cómo?
En primer lugar, manteniendo una comunicación abierta con los hijos. Hay que animarles a que expresen lo que están viviendo, y no solo a los padres, sino también en el centro escolar. Lo peor es quedarse callado. Hay que apoyar a la víctima siempre y hacer trabajo educativo con todos, víctimas y agresores. En ocasiones, la situación se enreda tanto que resulta difícil discernir entre víctimas y agresores.
El mundo ha cambiado radicalmente. ¿Debería cambiar también la educación? ¿En qué sentido?
La educación debe dar respuesta a las necesidades de la vida. Los contenidos son necesarios, pero también debemos dotar a los alumnos de las herramientas necesarias para afrontar la realidad que les toca vivir. Es necesario que sepan adaptarse con equilibrio a los cambios en sus vidas.
¿Y qué deben hacer los padres?
Los límites son importantes. La adolescencia es muy revolucionaria y el joven quiere descubrir cosas nuevas; su cerebro tiene una enorme actividad. Y la influencia de sus iguales tiene un efecto multiplicador en su conducta; un enorme poder reforzante. Pero los padres deben conocer qué páginas manejan sus hijos, qué información reciben por Internet. Es un campo enorme y no podemos permitir que cualquiera les adoctrine, del mismo modo que en la escuela no toleraríamos que cualquiera les diera clases.
El pasado día 15 de febrero, Diario LA RIOJA publicaba que el número de niños diagnosticados de TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) había subido el 40% en cinco años. Y la cifra de alumnos con problemas de aprendizaje se había casi doblado. Sin embargo, Allen Frances, el director del DSM-IV (el manual diagnóstico de referencia en psiquiatría) advertía enojado que estábamos convirtiendo problemas cotidianos en trastornos mentales. ¿Estamos exagerando?
Hay que matizar. Los problemas son reales; otra cuestión es que se esté inflando el número de diagnósticos. Hay alumnos con TDAH y alumnos que sufren por otras causas. Probablemente se esté supervalorando la cifra, pero los problemas existen y son muy diversos. No vamos a hacer patología de lo que es la vida, pero sí debemos explicar que los problemas en los alumnos suelen ser siempre más de tipo emocional que cognitivo. Cuando se analizan los problemas de aprendizaje en su raíz, encontramos casos de ansiedad, de miedo (a sus padres, a sus compañeros, a no dar la talla)...
Lo que pasa en el ámbito escolar es muy importante para ellos, aunque no den esa imagen. Hay temor a fracasar, a no saber responder, y eso conduce a esforzarse menos. Y también hay depresiones y casos de violencia: ciberacoso, como decíamos antes, pero también accesos de ira... Si los problemas de aprendizaje se abordaran en su raíz, se eliminaría mucho fracaso escolar. Debemos dar a los niños (y a los adolescentes) las herramientas necesarias para resolver sus problemas.
¿Están lo suficientemente integrados los psicólogos en los colegios?
Intentamos que las instituciones públicas sean conscientes de la necesidad de los psicólogos en la escuela. Es importante conocer y comprender qué les pasa a los niños. Y no hablo tanto de una terapia estricta de despacho como de darles pautas para ayudar al chaval a superar sus problemas y que también sirvan para que el profesor comprenda mejor a su alumno. El otro día leí un informe, basado en el Reino Unido, en el que se decía que, de cada cuatro adultos con trastornos mentales, solo uno había sido tratado en el momento oportuno. Hay que prevenir, pero también intervenir inmediatamente, antes de que se cronifique el problema, y no dejar pasar las cosas.
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