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JUAN A. SALAZAR
Domingo, 16 de noviembre 2014, 01:19
La historia de Paco Bacaicoa es, en el fondo, una más de todos aquellos españoles (voluntarios o no) que fueron a morir al invierno ruso a mediados del siglo pasado. A la propaganda de la época le llovían palabras como 'cruzada antibolchevique' o 'la luz ... de la civilización contra las hordas comunistas'... Sin reparar en todos aquellos barbilampiños adolescentes que, en la mayoría de las ocasiones, no conocieron más que la sangría y la vergüenza de la Guerra Civil y el odio y la sinrazón de la barbarie nazi.
En mayo y junio de 1941, Adolf Hitler y el resto de jerarcas nazis ya tenían decidido jugarse a los dados su futuro, el de su país y el de Europa entera e invadir el Estado más grande de la Tierra. La partida comenzó el 22 de junio de 1941 y dieron en llamarle 'Operación Barbarroja'. Los alemanes dividieron sus magras fuerzas en tres grupos de ataque, Grupo de Ejércitos Sur, Centro y Norte. A este último (), se unió la División Azul, una formación de 'supuestos' voluntarios españoles, que formó el dictador Francisco Franco ante la presión de la Falange y los más feroces antibolcheviques entre la burguesía triunfante tras el conflicto nacional.
Así que los testimonios hablan de vagones de ganado avanzando interminablemente hacia el Este hasta perderse en las estepas rusas; lejos de novias, de ferias, de verbenas y de oficios y cerca, muy cerca, de granadas, de artillería, de morteros, de blindados, de obuses amigos y enemigos.
Como no podía ser de otra forma, el entusiasmo juvenil tornó pronto en desesperación ante la certeza de que aquella campaña no se podía ganar y de que sus destinos estaban ligados a aquella locura terminal.
La 250ª División de Infantería (española) de la Wehrmacht estaba destinada a ayudar al Grupo de Ejércitos Centro en el asalto final ante Moscú, pero una contraofensiva soviética en torno a Leningrado obligó a los alemanes a resituarla aún más al norte. Más tarde, las unidades germanas intentaron enlazar con las finlandesas, rodeando el lago Ladoga por el este, aunque solo llegaron (y efímeramente) a Voljov y Tijvin. La división aguantó, a un terrible coste, la contraofensiva soviética de invierno de 1941-42, pero tras el fracaso en Stalingrado en verano de 1942 resultó imposible mantener una línea de frente creíble en el interior de Rusia. La hispana se batió bien (en la medida de sus posibilidades), aunque huelga decir que muy pocos vivieron para contar su desgraciada historia.
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