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CARMEN NEVOT
Lunes, 20 de octubre 2014, 11:40
Jordi Tomás Arán debutó en la diabetes -así lo denominan en la jerga- cuando tenía 8 años. Los síntomas eran muy evidentes. Como el páncreas no funciona, no es capaz de producir insulina, los niveles de azúcar empiezan a elevarse y «es como si a ... un coche le echaras una gasolina adulterada». Y como el cuerpo «siempre tiene un plan 'b'» busca una manera de expulsar el azúcar sobrante: bebiendo agua y eliminándola después por la orina.
- ¿Qué es una bomba de insulina? Las bombas de insulina son dispositivos electromecánicos computerizados que albergan un cartucho de insulina, similar a una jeringuilla, que permite administrar insulina de manera continua al organismo por medio de un catéter. Las bombas de insulina están disponibles en el mercado desde 1979, pero en los últimos 10 años han adquirido más popularidad debido a las ventajas y beneficios que ofrecen.
-¿Qué ventajas tiene? Permite obtener un mejor control dado que la bomba de insulina está diseñada para imitar la segregación de insulina de un páncreas normal. Permite tener mayor libertad y flexibilidad en el control, ya que es el paciente quien decide cuándo y qué cantidad de insulina utilizará en cada bolo y reduce los episodios de hipoglucemias.
-¿Quiénes pueden usar la bomba de insulina? Todas las personas con diabetes que utilizan insulina, que tienen una adecuada educación diabetológica y que estén dispuestas a ejercer un control mucho más estricto de su condición pueden utilizar la bomba de insulina. Este dispositivo está diseñado para remplazar a la terapia múltiple de inyecciones, por lo que los candidatos más apropiados para utilizarla son aquellos que ya ejercen un control estricto sobre sus niveles de glucemia.
Su caso fue de manual. Recuerda que estuvo toda la noche orinando, hasta tal punto que su madre le llevó al hospital, le miraron el azúcar y «ya está». El diagnóstico estaba claro: diabetes, una enfermedad crónica que en La Rioja afecta a unas 36.000 personas. Lo asimiló a marchas forzadas.
«Te dicen a partir de ahora vas a tener que llevar una vida muy pautada, vas a tener que calcular todo lo que comes y te vas a tener que poner insulina y además te vas a tener que medir el azúcar porque tu páncreas está estropeado y si está muy alto es malo para tu organismo y si es bajo, además de ser malo, te puedes desmayar». Un cantidad ingente de información de difícil pero de obligada digestión. Comenzó la educación en diabetes, tanto a los padres como a los hijos, hasta que se convirtió en un calculadora que mide todo lo que come en raciones. «Diez hidratos de carbono son una ración. Un vaso de leche, por ejemplo, son diez hidratos de carbono», explica.
Han pasado 23 años desde aquel diagnóstico. Más de dos décadas y durante este tiempo la vida de este periodista ha estado ligada a la insulina, a los pinchazos diarios. Más de 150 al mes. Su calidad de vida dio un vuelco hace ahora tres meses cuando, después de un periodo de aprendizaje, se puso una bomba de insulina. Ahora apenas se pincha, una vez cada tres días para cambiarse la aguja del catéter y sólo tiene que indicarle a la bomba qué va a ingerir medido en raciones y el aparato hace el resto.
Jordi Tomás es una de esas pocas excepciones que hay en La Rioja. En su misma situación, es decir, con una bomba de insulina pegada a su cuerpo hay entre 55 y 60 pacientes y eso que, según los cálculos de la Asociación de Diabéticos Asociados de La Rioja (DAR), esta enfermedad afecta a más de 36.000 personas en nuestra región y uno de cada veinte es insulinodependiente, es decir, 1.800, y la gran mayoría diagnosticados en la infancia.
No todos, pero sí una amplia mayoría de este grupo de insulinodependientes son susceptibles de llevar una bomba de insulina que les haga la vida más fácil y que, entre otras ventajas, evita las hipoglucemias. En concreto, en los niños reduce su incidencia hasta en un 53%.
La Rioja, en el furgón de cola
Para Alberto Avenoza, presidente de DAR, «los beneficios están claros porque la persona que lleva este aparato tiene mejor control de su glucemia» y aun así La Rioja, de acuerdo con sus datos, con una penetración del 3% de esta terapia, está en el furgón de cola en su uso, sólo por encima de Aragón, Islas Canarias, Islas Baleares y País Vasco, que con un 2% cierra la clasificación. ¿Por qué se produce entonces esta contradicción? «Falta personal de enfermería adecuado y formado que eduque en la colocación de este sistema de infusión. Actualmente, sólo hay una enfermera que se dedica a enseñar a los pacientes en el manejo de estos aparatos que están subvencionados por el Sistema Nacional de Salud.
«Yo diría que aquí se está trabajando -añade Avenoza- pero falta personal adecuado porque poner una bomba no es ponérsela y ya está, requiere un aprendizaje responsable, además no todas las personas son aptas para llevarla. Primero lo tiene que pedir el enfermo y después el médico deberá valorar si es una persona apta o no para llevar la bomba».
En pediatría, frente a la recomendación de la Agencia de Evaluación de Tecnología Médica británica de que el 50% de los niños menores de 12 años con diabetes tipo 1 debería estar con terapia de bomba, en España se estima que el porcentaje es del 3%, muy lejos de países como Noruega (59%) y Alemania (45%).
«Financiación asegurada»
Actualmente en La Rioja, según la Consejería de Salud, la financiación de las bombas de insulina «está asegurada y no existe ninguna demora en su colocación, una vez que el facultativo ha prescrito esta terapia». Es decir, añaden desde el Gobierno regional, en La Rioja, el nivel de implantación de la terapia con bombas de insulina «viene definido por la indicación médica». En cuanto al uso de este tratamiento con respecto a otras comunidades, La Rioja, de acuerdo con sus datos, «se sitúa en puestos intermedios en el Sistema Nacional de Salud».
Aclaran que en el servicio de Endocrinología y en el servicio de Pediatría del San Pedro se prescribe la utilización de bombas de insulina en pacientes diabéticos tipo 1 que cumplen unas indicaciones clínicas muy precisas y que reúnen unos requisitos bien establecidos en las guías clínicas nacionales e internacionales.
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