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CARMEN NEVOT
Viernes, 15 de agosto 2014, 22:38
El cadáver de I.J.M, un hombre de 44 años que habitualmente se vestía con ropa de mujer, fue hallado en la madrugada de ayer tendido junto a un cuchillo sobre un charco de sangre en su domicilio en Logroño, en el 2º A exterior del número 15 de la calle Ronda de los Cuarteles, de Logroño. El cuerpo fue encontrado después de que los vecinos alertaran de los aullidos del perro propiedad del compañero de piso, un hombre de nacionalidad española, con quien convivía el fallecido.
El animal, según los residentes de la zona, había estado «lloriqueando» al menos las dos últimas noches, lo que les hizo sospechar de que algo ocurría. Incluso uno de ellos lanzaba galletas al can que desde hacía unos días, -entre dos y tres calculan- se encontraba solo en el balcón de la vivienda. En la noche del jueves una vecina del inmueble volvía a llamar a la Policía Local de Logroño, como había hecho las noches anteriores, para informar de la situación en la que se encontraba el perro. Poco después -faltaban unos minutos para la una de la madrugada-, contactaba con la Asociación Protectora de Animales de La Rioja, que a su vez avisaba a la Policía Local y estos al parque de bomberos.
Una vez en el lugar, los bomberos se encontraron con el macabro hallazgo, el cuerpo de I.J.M. que podría llevar varios días muerto sobre un charco de sangre en el suelo. Hacia las 4.15 horas retiraban el cadáver y precintaban el domicilio por orden del Juzgado de Instrucción número 3 de Logroño y el juez Ulpiano González, a cargo de ese juzgado en estos momentos, acordaba el secreto de sumario para no entorpecer la investigación.
Unas pesquisas que están en manos de la Jefatura Superior de Policía de La Rioja y que se centran en localizar al compañero de piso de la víctima, un hombre de nacionalidad española, que a última hora de ayer continuaba en paradero desconocido. Desde la Delegación del Gobierno en La Rioja, salvo la confirmación de que se había producido «una muerte violenta con arma blanca», no facilitaron la identidad de este individuo, a cuyo nombre, según informaban los vecinos, figuraba el contrato de alquiler del piso en el que vivía con la víctima.
Agentes de la Policía Científica y Judicial buscaban a lo largo de la mañana de ayer pistas que arrojaran algo de luz sobre un crimen que mantenía en vela a los residentes de la zona. Por su parte, la Protectora de Animales, que se hizo cargo del perro, intentaba capturar al escurridizo gato que, al parecer, también era propiedad de los moradores de la vivienda.
Ni la víctima ni su compañero de piso eran demasiado conocidos en el barrio, apenas llevaban un año viviendo ahí. De hecho muchos de los vecinos consultados por este diario y con los que se relacionaban muy poco coincidieron en calificarles de «raros» tanto por su aspecto como por sus costumbres.
Habitual presencia policial
La presencia de la policía en el inmueble era habitual. En más de una ocasión los vecinos les habían llamado, especialmente la mujer que vivía inmediatamente debajo de la víctima, es decir, en el primero A, por los ruidos procedentes del segundo. En una conversación que ayer mismo mantenía esta mujer desde su ventana con un grupo de vecinos que comentaba el suceso en la puerta del edificio, les recordaba que ya les había advertido en más de una ocasión de que algo así podía pasar. «Menudo año he pasado», les comentaba.
Al parecer, tal y como relataban los vecinos, siempre había habido mucho movimiento en ese piso, incluso antes de que entraran a vivir los nuevos inquilinos. Todo ello les hacía sospechar, tanto por la gente que acudía como por el «trajín» que había que en algún momento la vivienda se había dedicado a «piso de compañía». Una tesis que compartían algunos clientes del Bar Ronda, situado a pocos metros del portal, donde acudían habitualmente la víctima y el compañero de piso a comprar tabaco.
Un joven que regenta la tienda de comestibles próxima al portal y vecino del mismo edificio, detallaba a este diario que los últimos días en los que se había cruzado con la víctima la veía desmejorada, «como deprimida, llevaba unos días sin maquillar y nunca antes la había visto sin pintar». En cuanto al aspecto, coincidía en que el de «ella», refiriéndose a la víctima, era «extraño». Incluso se rumoreaba que la semana pasada había intentado quitarse la vida. La presencia de él, a quien le calculan algo más de 40 años de edad, «era más normal», aunque también le habían oído comentar en los últimos días que «ella» le «quería matar».
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