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C.S.
Lunes, 28 de abril 2014, 09:26
Tiburcio Lanas, natural de Cascante (Navarra) fue el auténtico impulsor de la recuperación del monasterio de Valvanera allá por el siglo XIX. Nacido en 1850 ingresó para lego en los agustinos de Monteagudo. Su vida tiene una trayectoria curiosa.
Despedido de Monteagudo, se casó, tuvo ... un hijo, recorrió el sur de Francia hasta acabar en La Rioja y los pueblos de la cuenca del Najerilla. San Millán, Anguiano y de ahí a Valvanera en un lugar santo en el que hubiera una fuente. Toribio Minguela, quien fuera después obispo de Puerto Rico y Sigüenza, acabó convenciendo al personaje con un discurso en el que llamaba a la restauración de Valvanera.
En mayo de 1880 dejó San Millán y marchó a Anguiano. Primero quiso quedarse en la ermita de La Magdalena. El párroco local le dejó asentarse en Valvanera. Allí conminó a los pastores a que sacaran sus ovejas. Y así empezó en solitario su restauración azadón en mano.
Apenas un mes después se constituyó una junta de restauración. José María García Escudero, natural de Badarán y luego obispo de Osma, fue otro de los artífices. La junta de la restauración estaba presidida por Antonio Osorio Prado, un exclaustrado, profeso de Lorenzana y entonces párroco de Estollo.
La junta se dirigió al abad de Montserrat, entonces Miguel Muntades, solicitando el envío de una comunidad de monjes que se hiciera cargo del monasterio. Montserrat aceptó la propuesta dejando la puerta abierta para la independencia de Valvanera y sin condicionarla a la permanente sumisión.
El 29 de octubre de 1883 llegaron los monjes. A la cabeza estaba un exclaustrado de Valvanera, Francisco Sobrón, de Santo Domingo, y un pequeño grupo a los que pronto se unieron Antonio Osorio Prado, de Estollo, y Juan Lerena, de Berceo.
La restauración y recuperación de Valvanera está estrechamente vinculada a exclaustrados y a personas de un entorno próximo.
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