¿Qué se puede hacer?
diego carcedo
Viernes, 15 de julio 2016, 14:10
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diego carcedo
Viernes, 15 de julio 2016, 14:10
El terrorismo yihadista no se toma vacaciones. Cada día golpea en algún lugar del mundo: les vale cualquier ámbito para sembrar la muerte y el terror y, como se acaba de ver en Niza, todos los métodos les vienen bien. Actualmente es Francia, donde la ... emigración árabe ha tenido mejor acogida, el principal objetivo. La razón quizás no sea sólo el odio que albergan los asesinos hacia sus anfitriones sino el país que alberga en su territorio a más fanáticos dispuestos a inmolarse a costa de vidas ajenas y mejor organizados.
La pregunta inútil que todo el mundo se formula es, ¿qué se puede hacer? La respuesta es encogerse de hombros porque realmente nadie lo sabe. Es evidente que el despliegue de seguridad que se está haciendo, particularmente en Europa, frena bastante la amenaza; si no existiese, esta guerra larvada y sangrienta contra la modernidad ya se habría llevado por delante centenares de miles de personas. Pero está bien claro que es insuficiente.
La sensación que se siente es la de la indefensión: los yihadistas, da lo mismo que pertenezcan a Al Qaeda que al Daesh, matan con la ventaja de que ellos saben que morirán en el intento. Y contra ese género de dementes que ni siquiera respetan la vida propia, luchar es poco menos que imposible. Y más cuando las víctimas y sus protectores parten de convicciones que respetan la libertad religiosa, el rechazo a la xenofobia, a las represalias indiscriminadas y luchan con leyes garantistas y protectoras de los derechos humanos.
Los terroristas se beneficien de nuestras conquistas sociales. Nada les gustaría más a los yihadistas que hacerse con nuevos argumentos de rechazo y discriminación para seguir sumando apoyos entre los suyos. Los gobernantes de sus países de origen cuentan con poca influencia entre sus conciudadanos y no faltan casos en que por miedo o simpatía encubierta transigen, si es que no colaboran, con su causa. Ante esta realidad, si las fuerzas de seguridad son incapaces de frenar la amenaza, el recurso diplomático aún es más inútil.
Estamos en verano y la primera preocupación es la protección de los turistas, uno de los odios que tanto estimulan a los terroristas. Las playas rebosantes de bañistas pueden ser un objetivo que sin duda está siendo especialmente protegido por los servicios de seguridad. Pero la experiencia acumulada nos demuestra que si no pueden atentar en una playa lo harán en un estadio de fútbol, contra la cola de un teatro o en una plaza pública concurrida. De esta amenaza invisible pero omnipresente nadie está libre.
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