El contraste entre el mapa del porcentaje de votos cosechado por el Frente Nacional francés (FN) y los lugares donde la desigualdad es más clamorosa arroja algunas coincidencias que nadie debería pasar por alto.
Los medios han hablado de exasperación, desafección política y desesperanza vital hacia el futuro por parte de grandes segmentos de la población francesa. La creciente desigualdad incentiva, sin duda, esos sentimientos que conducen, bien a la abstención política, bien al voto populista y radical. El conocido psicólogo Martin Seligman comprobó que, cuando las personas habían vivido repetidamente situaciones dolorosas de las cuales no lograban salir por sí mismas, llegaba un momento en que dejaban de luchar y se instalaban en la desesperanza. Se trataba, por tanto, de una desesperanza aprendida, provocada por reiteradas frustraciones, derivada de las estructuras sociales y en ningún modo espontánea o achacable a rasgos de personal individuales. Esto las conducía a no ser capaces de explorar otras posibilidades y ni tan solo a poder escapar de las mismas situaciones cuando la salida y la probabilidad de éxito eran posibles.
Por otra parte, en las últimas décadas se han analizado algunas comunidades donde el desempleo y, en consecuencia, la precariedad, son muy elevados. Uno de los estudios más famosos fue el modelo sociográfico aplicado por Jahoda, Lazarsfeld y Zeisel (1933), un estudio multimetodológico sobre el impacto del cierre de una fábrica textil sobre la vida cotidiana del pueblo austríaco de Marienthal. Se trataba de una localidad de unos 1.500 habitantes en donde más del 80% de la población activa quedó en paro al cerrar la fábrica, cuya población fue analizada durante cuatro meses en diferentes aspectos vitales. Medio siglo después, María Jodar y otros autores (1983) realizaron otros estudios con idénticos resultados.
Además de los efectos directos imaginables como el empobrecimiento económico, el aumento de conflictos, el incremento de trastornos mentales, la desestructuración del tiempo cotidiano, la disminución de las relaciones sociales, etc., uno de los resultados más sorprendentes es que la situación de paro y precariedad no conduce a actitudes revolucionarias ni agresivas a medio plazo sino que, por el contrario, las personas caen en un estado de apatía y resignación, a menudo acompañado de sentimientos de culpa. Se ha demostrado que todo ello comporta una fuerte caída de la participación política, sindical y cultural y que, en consecuencia, crece la abstención. De ahí los altos niveles de abstención que sufren la mayoría de países europeos en las zonas socioeconómicamente más deprimidas.
Pero existe una segunda consecuencia obervada a lo largo de los años, y es que el voto de estas zonas en donde reina la desigualdad (y la desesperanza) tiende a apostar por partidos populistas que prometen soluciones fáciles y seguras en lugar de por aquellos que teóricamente les representan. Se produce lo que los autores consideran una contradicción entre la situación económica y la orientación ideológica de la gente más pobre. De hecho, en el pueblo de Marienthal antes citado ganó de forma abrumadora el nazismo, que prometía trabajo y pan.
Miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han destacado que les sorprende ver que las personas, cuando están a punto de perder su casa, no se muestran agresivas, luchadoras ni impelidas a la acción para reclamar justicia, sino que están más bien resignadas, indefensas e incluso se sienten culpables por no haber podido o sabido superar la situación.
La desesperanza es, en consecuencia, uno de los principales factores que conducen a la población a la desafección política y al apoyo a partidos populistas y de derecha extrema. Con un paro del 10,6% (vivido como alarmante en Francia), amplios porcentajes de jóvenes que perciben un futuro sin oportunidades y obreros en el umbral de la pobreza, parte de la población francesa se vuelca hacia quien promete protección, seguridad y un salario. Solo la erradicación de las desigualdades, la denuncia de una estructura socioeconómica injusta y el empoderamiento colectivo y cooperativo pueden revertir esta situación. Por suerte, también los estudios señalan que existe un 10% de personas indestructibles (unbroken en el original), que son aquellas que continúan luchando pese a las circunstancias y que son, a su vez, el germen del cambio que puede alejar a los totalitarismos.
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